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Por Melissa Ayala
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Este lunes se publicó un artículo donde un columnista del periódico Reforma hablaba sobre el “valor” de la abnegación de las mujeres. En su columna expuso un punto de vista bastante conservador donde hablaba del valor de la abnegación, de cómo no es que hubiera algo malo ella, sino que el problema es que no existen los mecanismos para valorarla y agradecerla. Siendo honesta no termino de entender el objetivo de dicho escrito.

Este mismo mes se publicó un paper titulado How pandemic publishing struck a blow to the visibility of women’s expertise en donde se habla de los impactos que tuvo la pandemia en el número de publicaciones que hombres y mujeres académicas generaron. Cuando los laboratorios, y centros de investigación fueron cerrados en todo el mundo debido a los confinamientos, millones de personas que destinan su vida a la investigación científica encontraron la oportunidad de escribir, impulsadas por el deseo de ayuda, así como la necesidad de permanecer relevantes y mantener registros de publicación.

En el mundo académico tus números de publicación son cruciales y claramente los médicos y académicos estaban ansiosos por asegurar las autorías. Pero como siempre, las reglas y el campo de juego no fueron parejos.

De los tres millones de presentaciones a las principales agencias de salud y revistas médicas en la primera mitad de 2020, sólo el 36% eran de mujeres. Esta brecha de género aplica a artículos tanto de investigación como de no investigación, en todas las posiciones de autoría, y es necesario mencionar que la brecha fue especialmente pronunciada entre las investigadoras más jóvenes al ser quienes están comenzando su carrera.

El BMJ (British Medical Journal), por ejemplo, registró una notable reducción en artículos de mujeres en nueve revistas especializadas y dos de las revistas médicas generales que publica: solo el 22,9% de los protocolos de investigación relacionados al COVID- presentados de enero a mayo de 2020 fueron escritos por mujeres.

¿Qué causó esta brecha? Parece haber habido una recaída en viejos prejuicios durante el momento de emergencia. Rebecca Cooney, editora estadounidense de The Lancet durante el COVID-19, dice que este fue “otro golpe inesperado de la pandemia, que a pesar de décadas de progreso estábamos tamizando a través de una ola virtual de misoginia. Los hombres habían sido capaces de usar de alguna manera esta catástrofe como un medio para encontrar el tiempo para escribir prácticamente cualquier cosa, mientras que las mujeres simplemente no podían”.

La mayoría de las mujeres estaban asumiendo la carga de cuidados que nos impuso la pandemia, obligándonos a cumplir labores del hogar. Esto fue particularmente brutal para todas las que tenían niños pequeños cuando las escuelas y guarderías cerraron y las y los investigadores fueron obligados a trabajar desde casa, donde los profesores masculinos ya eran cuatro veces más propensos que las mujeres a tener pareja haciendo cuidado doméstico a tiempo completo.

La mayor pérdida, dicen académicas con hijos pequeños, fue la falta de tiempo para pensar. Simplemente no había suficiente tranquilidad, soledad, o "ancho de banda" para concentrarse o ser estratégico sobre ideas innovadoras para investigaciones futuras, dice Nicole Woitowich, asistente de investigación profesor de la Universidad de Northwestern, EE.UU., que estudia el grado de exclusión de las mujeres de la investigación COVID y sus efectos en la calidad de la ciencia que se produce.

Así que no, no es que seamos abnegadas estimado colega, estamos siendo oprimidas por un sistema que permite que en la mayor emergencia sanitaria que hemos experimentado, los hombres tengan el tiempo para pensar y escribir, mientras muchas de nosotras tuvimos crisis de ansiedad por tener que cumplir con las labores de cuidado, de limpieza, de mantenimiento, todo mientras se nos pedía cumplir con las obligaciones de nuestros trabajos remunerados. Citando a Ruth Bader Ginsburg “no pido favores para mi sexo. Todo lo que pido de nuestros compañeros es que quiten sus pies de nuestros cuellos”.

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@melissaayala92

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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