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Por Melissa Mochulske

Soy Melissa Mochulske y soy TedLassohólica.

Justo cuando la pandemia comenzaba a asfixiarnos, llegó a la pantalla el fiel prototipo de un “yankee” feliz.  Alto, de tez blanca, pelo castaño y sonrisa perfecta enmarcada por un bigote digno del Tom Selleck de 1983, su nombre: Ted Lasso.

Durante un año me negué rotundamente a verla ¿qué podrían aportarme dos elementos tan irrelevantes como Jason Sudeikis (Ted Lasso) y el soccer? Mientras más me la recomendaban, más me aferraba a llevar la contraria. Argumentaba que la fiebre por esa aparente basura, era una secuela más del Covid.

Afortunadamente, no lo fue.  Con la llegada del otoño turbulento del 2021, una tarde de domingo en soledad, sin cabeza ni energía para elegir qué ver en la televisión, caí en la trampa y entendí lo que tanto me dijeron.  Tenían razón, yo no sabía cuánto necesitaba a Ted Lasso en mi vida.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.