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Por Mónica Hernández

Pasear por Londres en cualquier época del año es un gozo. Pero el otoño tiene otro sabor, otra luz y una melancolía disfrutable al máximo. Y nunca faltan las sorpresas. Caminando o turisteando, en Leicester Square, por ejemplo. Se puede uno tropezar con una escultura de Gene Kelly, el mejor bailarín de todos los tiempos (costo de las piernas, del seguro, etc. incluidos), quien porta un rebozo amarillo con un bebé de plástico a la altura de las costillas. Su sonrisa da tranquilidad al espectador y tal vez, al bebé que no siente emociones. 

El ingeniero Isambard Kingdom (si no te suena, piensa en los primeros tendidos de ferrocarril, barcos de vapor, puentes hidráulicos…) hecho de bronce, está sentado sobre una banca en la estación de Paddington, mientras sobre su pecho descansa un bebé envuelto en una especie de rebozo. En una mano sostiene su sombrero de copa y con la otra abraza al muñeco de plástico, hiperrealista, por cierto.

Cerca del Emirates Stadium, palacio de glorias y cánticos del fútbol inglés, un Thierry Henry celebra de rodillas, algo que pudiera parecer, ante un ojo inexperto un gol, pero sobre su pecho hay otro rebozo, ahora rojo, del color del corazón de los aficionados al Arsenal, con otro bebé arropado contra él. Así que pareciera celebrar la paternidad.

¿Qué está ocurriendo en Londres? En realidad, en toda Inglaterra. Se trata de un giro hacia la paternidad, llamado The Dad Shift (que no The Dad Shit), y no es otra cosa que el reclamo de un grupo activista que pretende darle lugar a la paternidad, sin menoscabo de la maternidad. Es tan grande que se enfrenta al gobierno del recién estrenado gobierno del primer ministro Starmer. Mujeres del mundo, ¿no pedíamos esto a gritos? 

En general, cuando se habla de bienestar familiar se suele asociar a la figura de la madre, porque por bienestar se incluye el cuidado (desde el baño, la ropa limpia, el trasero limpio, el arrullo y desde luego, la alimentación). Pero son tareas que no pertenecen en exclusiva a la madre. Y no nos cabe duda, si los hombres pudieran asomarse a la maternidad, saldrían huyendo. Maternar es el proceso más agotador que existe y encima, no tiene fin. Es un círculo sin esquinas, sin salidas, sin atajos y sobre todo, sin puerta de salida. 

Sin embargo, se sabe que la figura del padre es igual de necesaria para la creación y el fortalecimiento de vínculos afectivos, además de los biológicos, entre los seres humanos. Y nos referimos a que el bienestar general de un ser humano, desde que sale del vientre materno, requiere de afecto, de cuidados y de atención que no solo pueden ser proporcionados por quien porta el alimento. Maternar no es solo amamantar y por lo tanto, Paternar no es solo ingresar dinero en la cuenta de banco. The Dad Shift propone un permiso de paternidad adecuado al siglo XXI, donde el reclamo de las mujeres hacia un reparto más igualitario (parejo o disparejo, que ya sabemos que la justicia pasa por la equidad, que no es lo mismo que la igualdad. The Dad Shift propone equidad: que los padres ingleses puedan realizar todas las tareas de cuidado de un recién nacido (excepto amamantar, por razones biológicas y hormonales) durante más tiempo con un porcentaje adecuado de su sueldo, el peor negocio en este rubro de toda Europa. En Inglaterra hoy se otorgan dos semanas de baja obligatoria por paternidad y se pagan 185 libras por semana (unos $4,470 pesos mexicanos por semana). Lo que pide este colectivo es el 90% del sueldo y seis semanas de baja, como los países vecinos (Sí, Dinamarca también).

Pasado a pesos y al México actual… no queda sino pensar en todo lo que falta por hacer. No ya en cuanto a las semanas de baja “obligatoria” (dos o seis, resulta irrelevante), sino en el monto a percibir durante cada una de ellas. No sé a ustedes, pero casi 5,000 por quedarse en casa a cambiar pañales… cuando las mujeres lo hacen gratis y como otras cosas en la vida, por el placer y la satisfacción del trabajo cumplido, o la obligación satisfecha, o por la culpa por “haber salido” embarazadas… El otro punto es que en México el 12.5% (INEGI, 2020) los hogares son monoparentales, o algo así como más de 16 millones de personas donde solo hay jefa, o mucha madre, para el caso, porque o no hay padre o no aporta dinero. Menos cuida. El porcentaje donde solo hay padre no llega al 2% de la población nacional (para los curiosos). No, no fuimos Dinamarca. Pero aún podemos ser México donde haya más equidad. Al final, los hijos no se hacen solos, se hacen entre dos. Por cierto, todo esto sale a colación porque ayer me tropecé en un centro comercial de la ciudad de México con un padrazo de más de metro ochenta, con un rebozo azul alrededor del pecho y la espalda, cargando a su hijo de meses dormido como duermen los bebés, o sea, inconsciente. En una de las manos libres sujetaba la correa del perro familiar. La gente lo miraba y él posaba, orgulloso. ¡Sí se puede!

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