Por Mónica Hernández
Hace casi dos años, mi hija llegó del colegio contándome la historia de por qué los rusos habían invadido Ucrania. Con dibujo en mano, mi hija me explicó que los ucranianos les vendían petróleo falso y que por eso el ejército de su país, también el de su madre y sus abuelos, tenía el derecho de entrar a otro país y ocuparlo, matando a quien se les fuera interponiendo. Recuerdo que inspiré despacio varias veces. Explicarle que si bien su amiga mentía, no lo hacía por maldad, sino por amor a su madre (rusa) y por creer en sus explicaciones. Explicar la guerra a los niños es harto difícil, porque siempre se caerá en aquello de los bandos bueno y malo y uno siempre estará del bueno, pateando a los otros al malo. Ni qué decir de la palabra de una madre, que desde luego, siempre tendrá la razón. Explicar que no existe gasolina falsa tampoco fue sencillo. La solicitud fue que no se metiera a discutir con ella, pero que pensara en cómo nos sentiríamos si un país vecino nos invadiera alegando que vendemos tortillas pirata (y no dudo que lo hagamos, para qué me engaño). El tiempo ha ayudado mucho, porque las clases de Historia fueron llegando y con ellas, la criatura pudo leer acerca de las intervenciones norteamericana y francesa del siglo XIX en México, dándole un contexto acerca de las guerras. (Gracias al cielo de manera gráfica y no presencial, porque la mitad del planeta está en guerra en estos momentos, desplazando miles de ciudadanos de un lugar a otro).
Hará cosa de una semana me encontré con la noticia de que la película de Barbie había llegado a Rusia, donde se exhibió de manera clandestina en algunas salas. Así, las clases de Historia de mi hija se pueden complementar con sucesos actuales, por dolorosos que sean. Sí, hay países en guerra (aún me cuesta decirle que nuestro país está viviendo una guerra, de mexicanos contra mexicanos y que cada día hay muertos, desaparecidos, feminicidios…), pero me sirve para ilustrar las consecuencias y las implicaciones de una guerra, usando la de Ucrania. Sí, Barbie en Rusia sirvió de ejemplo.