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Por Mónica Hernández
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Cuando charlé con ella en la FIL de Guadalajara, no pude evitar felicitarla por sus libros, en particular, por El Invencible Verano de Liliana, en modo fan. Porque sí: yo sigo siendo fan de los escritores y los cócteles de las editoriales permiten este deambular entre ellos, como parte de ellos, aunque uno por dentro siempre se pregunte cómo es que llegó ahí. 

Amable, discreta y observadora, Cristina miraba el ir y venir de quienes nos acercábamos a saludarla. Estos eventos son un deambular entre grandes figuras, copa y canapé en mano, lo cual es por demás una receta infalible para el desastre, para la mancha en la ropa, para bañar al vecino con algún espirituoso. Para pisarnos y darnos de codazos, así que supongo que lo de “codearse” con los escritores, editores y personalidades de la industria se convierte en realidad.  La felicité, como no podía ser menos. Aunque también le dije que yo me sentía bipolar por su libro: le comenté que me daba una felicidad inmensa que una mexicana, que una regia, una “Monterreyna” hubiera ganado tanto reconocimiento y premios por esta novela que me provocaba una tristeza infinita, por tratarse del asesinato de su hermana. Yo tengo una hermana y crecer con ella definitivamente me marcó. Pero la mía sigue viva y la de Cristina renació impresa. Agradeció como es ella, con una sencilla inclinación de cabeza. Tal vez ahí tenemos uno de sus secretos: Cristina es tremendamente humana y sus letras la siguen a ella, transfigurando el dolor en verso y en prosa que es música. 

Cristina Rivera Garza le dedicó sus libros a unas iniciales que ningún lector ni persona ajena a su familia supimos qué o quién era. Sus libros dicen “…a L.R.G.” y hasta que se publicó esta novela, triste, tristísima, supimos que era su hermana Liliana. En algún club de lectura que presencié en pandemia, vía zoom, mencionó que su hermana la ha acompañado desde que se fue para siempre. Y así es el libro: una herida abierta, una cicatriz abultada, un homenaje a un ser querido y perdido para siempre, recuperado mediante la memoria, una que tuvo que cruzar la frontera del dolor para poder salir a la vida.

Y es que El Invencible Verano de Liliana es una travesía que cruza el dolor: para escribirlo, la escritora tuvo que cubrir su pudor y su tormento privado e íntimo y la hermana hubo de hurgar en las cajas con las pertenencias de su compañera muerta. La novelista recupera la voz, el día a día y la memoria de su hermanita y la trae de regreso a la vida, esta vez para siempre. Porque gracias a Cristina, Liliana vivirá por siempre. 

Ahora Cristina ha exorcizado no sólo la pena. Dejó que las alas de su hermana se abrieran y volaran; que soltara las plumas y que como Ícaro, se dirigiera al sol. Lo ha hecho tan alto, que ha merecido el Premio Pulitzer 2024 en la categoría de la Memoria/Autobiografía. 

Yo, sigo bipolar, pero hoy estoy feliz. Feliz por Cristina, por su trabajo, por su reconocimiento. Me inunda la alegría de una mexicana reconocida con un premio como el Pulitzer. Me duele su dolor y el de las mujeres muertas por hombres que no aceptan que una mujer los deje. Me duelen los feminicidios que están contenidos en el libro de Cristina, porque el de Liliana es también un testimonio de esas otras Lilianas sin voz, de esas cuyos asesinos siguen libres, de esas hijas, esposas, madres y hermanas que se han ido para siempre, de esas otras Lilianas que se despiden del mundo cada día. ¡Larga vida a Liliana, Cristina!

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@monhermos

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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