Por Mónica Hernández
Cada enero, sin falta, entre las listas de intenciones y buenos propósitos está el reducir el peso corporal, el eliminar los excesos de las fiestas (desde las patrias), el comer saludable, el hacer ejercicio. Levante la mano quien no tenga al menos una de estas buenas intenciones durante el mes de enero, que como dice el dicho, llenan los panteones.
Para nadie es un secreto que el sobrepeso y la obesidad cuestan mucho dinero a las personas, ya no digamos al sistema de salud. Y eso sin tomar en cuenta las enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad: diabetes, cáncer, presión arterial, artritis, enfermedades autoinmunes y degenerativas… y una larga lista de condiciones y dolencias que se disparan debido a nuestra dieta nacional, la llamada “dieta T” (tacos, tortas, tamales, tortillas… y ni hablemos de garnachas ni gorditas). Sí, somos un país garnachero y poco educado en la alimentación (entre otro montón de defectos). Como muestra, basta ir a cualquier restaurante a desayunar un fin de semana: para empezar un pan dulce y un chocolate caliente, seguido de un plato de fruta, un jugo y ya para desayunar, el plato de chilaquiles, el huarache, las gorditas, los huevos. Equivale a ingerir las calorías del día en una sola sesión, regado todo con chocolate caliente, café y una coca-cola de dieta con hielo.