Por Mónica Hernández
No todas las mujeres somos iguales, aunque parece un slogan de publicidad. Pero por algunas y sus fantasías terminan pagando otras, muchas otras que sí sufren violencia de género.
Eleanor Williams tiene 22 años y hace dos “denunció” en Facebook un ataque y una violación, cometida por un grupo de asiáticos. Las fotos incluían un ojo hinchado y un dedo muy lastimado. La población de Barrow-on-Furnes, en el condado de Cumbria, al noroeste de Inglaterra, no llega a 75,000 habitantes. La ciudad costera vivió mejores días durante la era de la revolución industrial por las minas de hierro, los altos hornos de fundición y tuvo su auge durante la construcción de trenes, barcos y hasta de submarinos. Frente a las costas de Irlanda, la población ha recibido inmigrantes asiáticos en las últimas décadas. Este detalle que parece menor, resultó ser la causa del delirio post-adolescente de la joven Eleanor.
Después de la denuncia en redes sociales, la gente se movilizó contra los pakistaníes, dueños de varios negocios en Barrow. Se organizó una red de apoyo de esas que surgen de manera espontánea, para cobijar y restituir la injusticia cometida contra una joven indefensa, una de “nosotras” contra el demonio inmigrante. La página “Justicia para Ellie” llegó a más de 100,000 miembros (Barrow no llega a ese número de habitantes) y bajo el logo de un elefante morado, vendía mercancía (eso que se llama merchandising: camisetas, tazas, llaveros…) cuya venta facilitaría la aplicación de justicia.
¿Por qué no creerle, si casi por decreto se le cree a una mujer víctima de violencia de género?
El juez y el jurado, después de un largo proceso, determinaron que todo fue una mentira. El ojo hinchado se lo hizo ella misma con un martillo, lo mismo que el dedo magullado. Todo fue un montaje. La condenaron a pasar ocho años y medio en la cárcel, encerrada por perjurio y por engañar a la justicia. Adicionalmente, no podrá utilizar redes sociales durante cinco años después de que salga de la cárcel, teniendo en cuenta que pudiera salir antes. Unos diez años sin redes sociales, más o menos. Ellie escribió una carta al juez diciendo que se equivocó, que cometió errores y que lamenta mucho que todo el pueblo se movilizara para ayudarla. De los pakistaníes acusados no dice nada, ni tampoco de cómo piensa restituirles la dignidad, el sustento ni las ganas de seguir allí. Alguno llegó a confesar que pensó suicidarse porque no veía la salida contra la acusación (infundada). Perdieron clientes, los vecinos los esquivan, los señalan y han sido víctimas de todo tipo de vejaciones.
Puedo comprender la necesidad de atención de una joven, también entiendo que la vida hoy transcurre de manera virtual y no física. Lo que no entiendo es que por algunas chicas fantasiosas se tergiverse la realidad de la violencia de género, que es muy real y se cobra la vida de diez mujeres en México al día. Cada día. Yo tampoco le creí a Amber Heard en su juicio contra Johnny Depp, pero eso es otra historia.
Lo que sí queda claro es que ellas, algunas de nosotras, también mienten.
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