Por Mónica Hernández Mosiño
Tras una presunta o abierta intención de la Cámara de Diputados de otorgar concesiones al sector privado (sí, esos villanos que ponen el capital, pagan salarios a empleados y a sus familias, pagan impuestos y tienen la indecencia de obtener utilidades) sobre la extracción y comercialización del litio, el Sr. Presidente comentó que, con base en la rumorología (esto fue textual) el litio es un mineral estratégico y no será puesto en el mercado, pues debe quedar bajo el dominio de la Nación, ese ente de carácter difuso y rostro más que confuso, por no decir opaco, pero que ensancha los corazones de los compatriotas al nivel del orgullo y el sentimiento de pertenencia y propiedad. Todos somos dueños de todos los literales, las playas, los ríos, lagos y el aire, además de dueños de todos los bosques del país. Mi pedazo de Sierra Madre Oriental, por favor.
Pero, ¿Qué es exactamente el litio? Se trata de un elemento de color entre blanco y plateado, químicamente reactivo, el más ligero de todos los metales, que se encuentra además en una muy amplia gama de minerales. En catorce de los treinta y un estados de la República se suponen reservas de litio, gordas y hermosas como naranjas llenas de jugo listas para exprimir. ¿Por qué tanto interés por el litio? La respuesta radica en la gran cantidad de aparatos que utilizan pilas, recargables y de un solo uso, porque el principal uso del litio es para la manufactura de baterías. ¿Quién diría que la pila de tu celular trae un polvo tipo talco dentro? También tiene utilidad en la industria del vidrio y la cerámica, en la fabricación de grasas lubricantes y polvos de fundición así como en la producción de polímeros. En menor medida para el tratamiento del aire y para un sinfín de usos menores que en este siglo se convierten en mayores. ¿Qué artilugio no utiliza pilas el día de hoy? Creeríamos que una persona, pero hasta los marcapasos llevan pila de litio.
En un mundo que se vuelve “verde” (ecológico, reciclable, renovable… en una palabra, consciente), no deja de llamar la atención que en este país, que apuesta por las energías “sucias” (carbón y petróleo), el litio sea considerado tabú, como si se tratara de una bailarina exótica. Se ha mencionado que “nuestras” reservas de litio son cuestión de seguridad nacional, como si habláramos de la bomba atómica. Se ha filtrado por ahí que antes de dar concesiones a nacionales o extranjeros, la extracción del litio se nacionalizará para evitar que “alguien” se lleve lo que es de todos. Mi metro cuadrado de subsuelo lleno de litio, si no es molestia. Solo que para nacionalizar o expropiar primero se necesita el objeto a someter, a secuestrar para evitar que alguien más lo secuestre después.
La realidad resulta conocida. En el año de 1848 “la California” fue adquirida por los Estados Unidos de América cumpliendo los tratados de Guadalupe-Hidalgo, e incluían el pago a México, algo así como una compensación por las molestias causadas. El país vecino deseaba ampliar su territorio hasta la costa oeste y esa región mexicana era más que apetecible y no por sus bosques de secuoyas, sino por las reservas de oro, que para 1850 se convirtieron en el sueño de algunos y en la pesadilla de muchos. En un país centralista como el que teníamos (perdón, tenemos) no pareció problema que el Norte, que también es México, se cambiara de bando. Resultado: el oro mexicano pagó a los mexicanos la “venta” de California. Negocio redondo.
Nos cambiamos de siglo, ahora al XX, para hablar de las reservas de oro negro, ese que bien identificaron y extrajeron muchas empresas durante el Porfiriato. El viernes 18 de marzo de 1938, a dos días de observar la luna nueva en el cielo (no es que se pueda observar, pero valga el dato), el gral. Lázaro Cárdenas, en cadena radiofónica y nacional, mencionó que la crisis era incompatible con el progreso y la paz de la nación. Es más, que era potencialmente inviable la existencia misma del gobierno de la nación si se perdía el poder económico que el petróleo dejaba al país. Ante la “rebeldía” de las compañías petroleras, su administración haría valer la ley de expropiación y nacionalización de 1936. Casi nadie queda vivo que escuchara el discurso en directo, pero nos hablaría de la vibración de las fibras de la piel y de los nervios causada por la retórica, algo a lo que los seres humanos somos especialmente sensibles y más si nos enfrentamos a unos rebeldes. Puestos a rebelarse, me imaginé la “alianza” de rebeldes al estilo Star Wars y me emocioné.
Ya en el siglo XXI, lo primero que llama la atención es que se habla de una industria, cuando en el caso del litio existe la confirmación de reservas, la suposición de una gran “mina” debajo de la tierra pero no de la industria potencial, que es lo que es a día de hoy. El segundo punto es la alusión a la rebeldía de las compañías, porque resulta familiar. En la actualidad, la rebeldía forma parte de un discurso político, eficiente y dirigido, que claramente no es del gusto de una buena parte de mexicanos. Lo que sí resulta incuestionable es la legítima preocupación de una buena parte de la población por los modelos existentes en la industria nacional, como PEMEX, CFE y una larga lista de empresas paraestatales, centralizadas y otras similares, donde lo que se comparte y reparte, además de un muy arraigado sentimiento de pertenencia, es la ineptitud, la opacidad, los malos manejos, la corrupción y tantas otras carencias que tan bien conocemos los mexicanos. La nacionalización de la banca de 1982 terminó con la venta (al estilo “de reversa, mami”) a empresas extranjeras y nacionales, después de algo que se mencionó como una venganza personal del entonces presidente contra un banquero en particular.
¿Qué podemos esperar de las reservas estimadas de litio de México? Personalmente, espero que esta industria refleje lo mejor que tenemos los mexicanos, que es muchísimo, porque de lo peor tenemos ejemplos suficientes cada día a nuestro alrededor.
@monhermos
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
Más de 130 opiniones a través de 100 columnistas te esperan por menos de un libro al mes. Suscríbete y sé parte de Opinión 51.
Comments ()