Por Mónica Hernández
Con esta, es la tercera columna que dedico a Mahsa Amini, la joven iraní asesinada a golpes por la policía moral de su país, por llevar un velo que si bien la tapaba la cabeza, le dejaba algunas partes del cabello al descubierto. Un velo mal puesto fue una falta criminal que le mereció la muerte con 22 años.
Hoy la historia (póstuma) es diferente, porque aunque no se trata de una celebración, sí de un reconocimiento a la utilidad de su inmerecida (a los ojos del mundo) muerte. No me meto con quienes la denunciaron, golpearon y botaron, porque para ellos, se mereció lo que le pasó. El mismo sinsentido y sinrazón de quienes justifican hoy otros muertos, otras vidas cortadas en otras guerras (llene aquí con la de su preferencia).