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Por Mónica Hernández
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En mi caso, comenzó con desconfianza: un grupo de mujeres exponiendo la discriminación a la que se han enfrentado por su condición de no ser madres. Después de conocer algunas confesiones, estilo salón de belleza, ese espacio donde las mujeres siempre hemos sido sororas, me enfoqué en mi caso particular. Fui una no madre durante muchos, muchos años y la causa era desconocida, a pesar de los tratamientos, uno más invasivo y devastador que el anterior. La infertilidad es una de las principales causas de que existan tantas no-madres. Pero no es la única.

Como diría Jack el Destripador, vayámonos por partes. ¿Qué es una no madre? Puesto en bolitas y palitos, una mujer que no tiene hijos, que no dedica una parte -grande a lo alto, a lo ancho y a lo profundo- a la crianza de seres humanos. Así que hay no madres involuntarias, tantas como voluntarias.

Entre las no voluntarias, la mayoría se lo deben a la infertilidad. Éste fue mi caso particular durante muchos años, porque cuando finalmente quise ser madre, pasaron más de diez años para que ocurriera, de manera “natural” porque ya había abandonado los tratamientos, mucho más tarde de que me abandonaran ellos a mí. Aquí me percato, que por si fuera poco, infertilidad es un sustantivo femenino y por lo tanto, ella es caprichosa, impredecible y veleidosa, que es una palabra más bonita para decir voluble. Hay mujeres infértiles de por vida, otras lo son o la padecen por un espacio indefinido y errático de tiempo, porque puede aparecer y desaparecer sin previo aviso, porque la infertilidad no tiene palabra de honor. Fui y soy madre añosa, o como me gusta decir, ya en modo drama, “primeriza geriátrica”. No terminaba yo de hacerme a la idea que no sería madre cuando ya estaba embarazada. No bien me había adaptado a la lactancia materna cuando comenzaron los síntomas de la peri-menopausia. Mi hermana, por poner otro ejemplo, fue “infértil” entre una hija y la segunda, que se llevan cuatro años. Pero estos ejemplos de no madres son por infertilidad que en mi caso y en el de muchas, terminó por resolverse y nos convertimos en sí-madres, abandonando el estatus de no-madres.

Pero está el otro colectivo, el de las no madres voluntarias. Sí, ese grupo cada vez más notorio de mujeres que tomaron la decisión consciente de no reproducirse, de no engendrar ni criar hijos humanos (hago la aclaración porque hay quienes hablan de perrhijos y de gathijos, pero no nos hagamos tarugas: por más que ames a tu mascota, no son tus hijos, aunque te den el mismo trabajo que un niño, a cambio del mayor cariño incondicional que existe. Lo sé porque toda mi vida he tenido perros y son parte muy importante de mi familia). A muchas no madres se les marca desde niñas: la que nunca arrulló bebés de plástico, la que tiene mal genio, la que odiaba la cocina y las tareas mujeriles como limpiar, coser y planchar, la que salía de fiesta todos los fines de semana, la que tuvo más novios que la Sección Amarilla… y un largo etcétera. Mi favorita es la que me colgaban a mí: era respondona y así “nadie me iba a querer”. Porque las mujeres además de sumisas y obedientes tenemos que ser calladas, aunque solo sea “para vernos más bonitas”.

¿Por qué la presión para ser madre que se ejerce sobre las mujeres y con especial saña, viene de parte de otras mujeres? ¡Ni madres! No todas nacimos para la crianza. Es más, los hijos deberían venir con un instructivo como para manejo de material radioactivo, que es exactamente lo que yo sentí cuando me entregaron a mi “bendi” al salir del hospital. ¿Qué se supone que hace uno con un hijo? ¿Qué hace a una madre? No estoy hablando de biología, porque parir un hijo no te convierte en madre, no te da un estatus ni tampoco te da diploma de graduación. Primero, porque existen otras madres, aquellas que no engendraron a sus hijos en el vientre (por la razón que sea), pero sí en su corazón: aquellas que adoptaron hijos nacidos de otros vientres. Segundo, están esas madres que paren un hijo al que no le dedican ni su tiempo ni su cuidado, esas que sí parieron pero que no ejercen como madres. Tal vez muchas fueron madres contra su voluntad… pero esa es otra historia.

Entonces, ¿de dónde surge la obligación para una mujer de convertirse en madre? ¿Por qué la presión, la lástima, la condescendencia para todas las mujeres que no son madres? Una mujer es una mujer completa, se convierta o no en madre. Ahí reside el poder de una mujer: en decidir qué y cómo hacer con su cuerpo. En elegir qué no hacer con él, incluyendo engendrar y parir un hijo, ya no digamos en criarlo. La crianza es la verdadera maternidad, no el parto. Así que ¿cuál es el problema entre un grupo y otro? ¿Será la envidia? Las que crían hijos desean la libertad de las que no los tienen y no todas las que no los tienen extrañan las cadenas de las que sí. El que dijo que las mujeres somos complicadas estaba en lo cierto.

Para pensar, les dejo el caso más sonado a nivel mundial, el protagonizado por la actriz Jennifer Aniston: guapa, talentosa, “buena” (en el sentido de muy trabajada físicamente), inmensamente rica, simpática… y sin hijos. Se le ha tachado de egoísta por no querer sacrificar su carrera para tener hijos. Se le ha acusado de díscola y superficial por dedicarse a cuidar su escultural cuerpo, por mantenerse joven, activa y atractiva a los 54 años. Desde el “templo” de la maternidad se le mira con desdén por no pertenecer, por no ser una mujer “entera”. Porque le faltó ser madre. Aniston confesó que no fue madre porque su cuerpo se negó, a pesar de todo lo que intentó. A Ellen DeGeneres se le “permite” ser no madre porque se declaró gay hace muchos años y no se fue por la ruta del vientre subrogado, como tantos otros que sí desean criar hijos pero no parirlos. A Gloria Trevi se le critica por ser madre, pero una “mala madre”… ¿Quién tiene el “madrómetro” y decide que las no madres no son mujeres completas y de una pieza? ¿O quién es más más madre o menos madre? Respetemos a todas independientemente de su decisión, voluntaria o no, de ser no madres. Tengamos tantita madre.

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@monhermos

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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