Por Mónica Hernández
El domingo 23 de agosto asistimos con júbilo a la celebración del campeonato mundial de fútbol femenil. Sí, a algunas de nosotras les gusta patear el balón y a otras nos gusta verlo, aunque sea por televisión. Inevitables las comparaciones: es un juego más limpio, más honesto y tan espectacular como el fútbol jugado por hombres, ese de toda la vida. Y aún cuando los diarios del mundo deberían estar hablando del triunfo de unas jugadoras que tuvieron que sortear a las selecciones rivales tanto como a los enemigos internos e inevitables dentro de la Federación Española de Fútbol… no se habla de otra cosa que no sea el mal comportamiento del presidente de dicha federación, de su arrogancia, vulgaridad, condescendencia e inconsciencia. De su irresponsabilidad para con los colectivos que “representa”. De su machismo.