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Por Mónica Hernández

Las imágenes provocaron muchas sensaciones, que precisamente, son para sentirse. Incredulidad, repulsión, aversión, indignación y horror… pero sobre todo, sorpresa. El líder espiritual besando en la boca a un chico, pidiéndole que le lama la lengua. La incomodidad del joven la sentimos todos.

Amén de la condena mundial y unánime a una situación de abuso para muchos y de broma para algunos, lo que da mucho para pensar no es en la religión -la que sea- sino en las personas, esos líderes espirituales y morales, a veces elevados a la altura de la santidad, que nos hace olvidarnos que son seres humanos con muchas cualidades y por ende, muchos defectos.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.