Por Mónica Hernández
Mucho se habla hoy de sororidad, de independencia financiera, de objetivos personales por encima de los de la familia, del lastre de siglos relegando a las mujeres al espacio de una casa, de una cocina o de una máquina de coser. Sí, ahí están las estadísticas que muestran de manera fría y desinteresada que los puestos de dirección de las empresas tienen pocas mujeres (a pesar de que James Heckman, premio Nobel de Economía, asegura tajantemente que las compañías que cuentan con al menos 30% de mujeres en altos puestos ejecutivos generan 15% o más de utilidades en empresas que no las tienen). Alabamos y celebramos los méritos de aquellas amazonas, de esas valquirias, porque lo que hay que sacrificar para llegar a un lugar de “hombres” no es cuantificable (al menos, no monetariamente). Y sin embargo…. Mi Miss Marple interior olfateó un caso para investigar y, como en todo, me lancé de cabeza.
Primera pista: hay otros grupos de mujeres (me sentí lista). Hoy, en 2023, se apiñan para defender sus propias creencias y lo que consideran sus espacios. Estoy hablando de las tradwives, un movimiento mundial que propone devolver a las mujeres a los roles tradicionales de amas de casa, cocineras y madres de tiempo completo. La primera sorpresa: se trata de mujeres jóvenes, no de abuelas que no conocieron otra opción. Y aquí reside el punto más interesante: se trata de una elección personal, aunque suene a adoctrinamiento conservador y religioso, con resabios machistas. No lo es. No lo son. Estamos hablando de jóvenes que eligen voluntariamente convertirse en aquello que salía en las series y las caricaturas de los años 50 y 60 del siglo XX, pero bien imbuidas en el siglo XXI. Si tuvieran un libro sagrado, sería Fascinating Womanhood, de Helen Andelin (escrito en 1963, cuando sus compañeras de banca luchaban por correr una maratón, por entrar en la política y por usar pantalones). Tienen blogs, TikToks, Instagram y canales de YouTube donde muestran su hermandad y solidaridad con otras que piensan y viven como ellas. Son sofisticadas y elegantes, siempre van impecables (¿trapear en tacones? ¡Sí se puede!). Su misión consiste en atender al marido, criar a los hijos, cuidar la casa y cocinar. Señoras, el marido provee y es quien pone las reglas, es una de las frases que más se repiten en sus redes sociales, junto con el positivismo de aquello que realizan y en lo que irremediablemente, se convierten.