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Por Nitza Masri

¡Ay, el pan de muerto! Ese manjar que hace que a siete de cada diez mexicanos se les haga agua la boca cada Día de Muertos, según la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec). Pero, ¡espera! En estos tiempos de tendencia hacia lo saludable, más de la mitad de nuestros compatriotas ha decidido reducir su consumo de pan. Un estudio de Zinklar nos dice que la razón principal es la “conciencia nutricional”. Y así, entre la preocupación por la dieta y el anhelo por lo dulce, encontramos un nuevo camino.

Aquí es donde entra el superhéroe de la masa madre. Este proceso de fermentación natural no solo preserva la tradición del pan de muerto, sino que también lo eleva a otro nivel. Imagina un pan que no solo sabe increíble, sino que también es más fácil de digerir y tiene un índice glucémico más bajo. ¡Eso sí que es un win-win! Al probarlo, te encuentras con una miga ligera y esponjosa, que no se siente como un ladrillo en el estómago. La fermentación permite que los sabores clásicos, como el azahar y la canela, se desplieguen con un toque de acidez sutil que hace bailar a tus papilas gustativas.

El pan de muerto no es solo un postre; es un símbolo vivo de nuestra cultura, un elemento esencial en el altar de muertos. Desde los tiempos de los aztecas, que ofrecían alimentos y bebidas a los espíritus como muestra de gratitud, esta tradición ha evolucionado sin perder su esencia. Cada bocado te conecta con nuestras raíces, recordándonos que nuestros seres queridos regresan, aunque sea por un momento, para disfrutar de lo que más les gustaba. 

Y no nos engañemos, el pan de muerto no es solo uno. ¡México es un verdadero buffet de sabores! En Oaxaca, tenemos el famoso “pan de yema”, decorado con figuras de azúcar que son casi demasiado bonitas para comer (pero no lo suficiente). En Michoacán, el pan se viste con ajonjolí en lugar de azúcar, mientras que, en Puebla, la esencia de azahar lo convierte en un deleite aromático. Cada región tiene su propia versión, una deliciosa muestra de la riqueza cultural de nuestro país.

Estas diversas maneras de celebrar a los muertos a través del pan son la prueba de que nuestras tradiciones están siempre en movimiento, adaptándose a los tiempos sin dejar de ser auténticas y saludables porque, al final del día, tradición y bienestar pueden coexistir en perfecta armonía. ¡A disfrutar, que la vida es corta y el pan de muerto está en la mesa!

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