Por Nitza Masri

La pandemia nos cambió a todos, y para muchos de nosotros, ese cambio llegó en forma de pan de masa madre. Lo que empezó como un pasatiempo o una actividad para distraernos durante el confinamiento, rápidamente se transformó en una ola de creatividad y emprendimiento en la panadería artesanal. Yo misma soy parte de esta historia.

Recuerdo bien cuando el pan de masa madre se volvió viral en redes sociales. Instagram se llenó de fotos de hogazas doradas, crujientes y tutoriales sobre cómo hacer el "starter" perfecto. Para muchos, fue la primera vez que se acercaban a algo tan básico y ancestral como el pan, y fue entonces cuando notamos que había una comunidad lista para apreciar este arte. En la Panadería Julieta, que fundé junto a Julie en plena pandemia, vimos cómo este fenómeno nos abría la puerta a un nuevo modelo de negocio.

La conexión entre la panadería artesanal y las redes sociales fue clave para nuestro crecimiento. La magia del pan de masa madre radica en su proceso, en la espera, en la dedicación. Todo eso se transmitía perfectamente a través de plataformas como Instagram. Al compartir el día a día de la creación de nuestros panes, desde el amasado hasta la cocción, generamos una relación cercana con nuestros clientes. Esa transparencia, ese “detrás de cámaras” que revelaba el esfuerzo y el cariño detrás de cada hogaza, nos permitió conectar con personas que valoran lo natural y lo hecho a mano.

Instagram se convirtió en nuestra vitrina. Gracias a nuestras publicaciones, empezamos a tener pedidos desde diferentes partes de la ciudad y poco a poco fuimos creciendo. El boca a boca digital, a través de likes, comentarios y reposts, hizo posible que Panadería Julieta llegara a más hogares, a más mesas, y a más corazones. La pandemia nos dio el tiempo para innovar con sabores, texturas, y presentaciones, mientras nuestras redes sociales se encargaban de mostrárselas al mundo.

Hoy, el panorama es distinto. La emergencia sanitaria ha pasado, pero el amor por el pan de masa madre permanece. Las redes sociales siguen siendo nuestras mayores aliadas. No solo nos ayudan a crecer, sino también a inspirar a otras personas a seguir este camino, a experimentar con la panadería artesanal o a simplemente disfrutar de un buen pedazo de pan fresco.

Ser panadero en estos tiempos no es solo estar entre harinas y hornos; es también entender que en este mundo interconectado, una buena imagen puede contar una historia que lleve el sabor de una tradición centenaria a la mesa de una nueva generación. 

Nuestra historia es un claro ejemplo de cómo las redes sociales pueden impulsar el emprendimiento y crear una comunidad apasionada alrededor de algo tan simple, pero tan significativo, como el pan.

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