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Por Nurit Martínez

Es un hecho que en las últimas décadas el pensamiento colectivo en México pasó del entusiasta "¡sí se puede!" y de dar el extra en todo lo que se hace, con fuerza y carácter en una expresión cotidiana que se generalizó como “el fua”, a una postura de sancionar a los “aspiracionistas”, aquellos que buscan salir de la condición actual en la que se encuentran. Lo que perdemos como nación con esta última visión es la capacidad de tener cada vez más “pensadores creativos resilientes”.

En la más reciente publicación sobre evaluaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se reveló que el 12 por ciento de los jóvenes mexicanos de 15 años que se presentaron a la prueba Mentes creativas, escuelas creativas, y que pertenecen al grupo socioeconómico más desfavorable, son capaces de sobreponerse y alcanzar los puntajes más altos en estas pruebas internacionales.

Es decir, dentro de los grupos más desfavorecidos de nuestro país, existe ese pensamiento y actitud creativa que les permite ser resilientes ante su precaria situación de alimentación, salud y vivienda, sumado a un sistema educativo con capacidades físicas y académicas limitadas. A pesar de ello, cuentan con herramientas para resolver problemas sociales similares a los que presentan otros jóvenes con mayores ventajas sociales.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.