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Por Nurit Martínez

Una de las mayores riquezas que hemos visto en los Juegos Olímpicos de París 2024 es que si una nación apoya a la población migrante—víctimas de amenazas, violencia, inseguridad o falta de oportunidades—la respuesta es mostrar el potencial del ser humano. Son los más veloces, los más rápidos o fuertes, pero sobre todo muestran el orgullo de portar los colores de quienes les permiten la oportunidad de vivir en plenitud.

Se trata de políticas de cobijo humanitario que se han desarrollado en un número importante de naciones europeas y con gran tradición. Lo mismo se ve en otros puntos del mundo, y aunque en lo político, México tiene el reconocimiento internacional por ello, en lo interno no se ha logrado consolidar una política de apoyo para respaldar a quienes deben migrar, aunque sea de manera temporal, por ejemplo, las familias jornaleras que migran por temporadas del sur al norte del país.

El diagnóstico lo brinda cada año el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, que tan sólo el año pasado estimó en 2.9 millones los mexicanos que se dedican a actividades agrícolas; de ellos, 700 mil menores son trabajadores jornaleros.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.