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Por Nurit Martínez

Se cumplieron los primeros cien días de gobierno de la presidenta, con A, Claudia Sheinbaum Pardo al frente del gobierno de México y lo primero que planteó al hacer su primer balance en el Zócalo capitalino fue la justificación de por qué hasta ahora no se ha deslindado de la directriz marcada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, misma no que estaba de más si es real que ella es parte del ADN del movimiento de izquierda que gobierna al país.

Explicaciones no solicitadas…

Lo que vimos en una buena proporción de los casi 80 minutos que habló frente al pueblo bueno, mermado frente a lo que ocurría con el caudillo de Macuspana en actos similares, es que hay una asignación creciente a entregar recursos directos a la población, del tamaño del 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto Nacional.

Se trata de recursos que van a adultos mayores, jóvenes y mujeres entregados en beneficios o becas con un valor de 835 mil millones de pesos.

Son recursos que se han canalizado prioritariamente a los más pobres, pero no necesariamente sólo a los pobres. Recordemos en el caso de adultos mayores, al ser beneficios universales por edad cumplida, beneficia hasta “señoras de las Lomas”, dirían los seguidores de la Cuarta Transformación.

Bueno, ese es el contexto de los beneficios sociales, del apoyo para reducir la pobreza, lo cual no estaría de más si de manera paralela se mantuviera el presupuesto de los sectores sociales.

¿Qué significa? Que si de manera creciente el presupuesto a educación en todos sus niveles siguiera su incremento, no inercial, sino real para poder alcanzar los mínimos planteados como estándares a nivel internacional tendríamos que pasar del 4.2 por ciento del PIB al 8 por ciento. Esa meta había quedado planeada desde los años 80 y hasta antes de la contrarreforma del presidente López Obrador en materia educativa así había sido considerada en la Constitución.

En el caso de salud, la inversión en 2024 llegó apenas al 2.82 por ciento del PIB, cuando los promedios internacionales para nuestro país señalan que se debe alcanzar al menos el 6 por ciento del PIB.

Son dos ejemplos de lo que nos falta y no es gastar por gastar más, sino de invertir de manera decidida en función de la doceava economía del mundo, del tamaño de la población, de la cantidad de personas que no tienen seguridad social porque su empleo no es formal, es inestable y permanece en la incertidumbre.

Los recursos que se requieren deben ir a integrar un sistema de salud en una red primaria de detección temprana en enfermedades crónicas que afectan a los mexicanos, poner un freno a la obesidad, el sobrepeso, el consumo de azúcares que derivan en la diabetes o incluso en las acciones tempranas para la detección de cánceres como mama y cervicouterino.

Eso, como ejemplo de lo que le ocurre a ese sector. En el caso de la educación es claro que a cien días de gobierno, no hay una sola acción que no implique recursos. No hay un planteamiento o lo que sería mejor un replanteamiento para la atención de los más pobres.

Se trata de esas pequeñas comunidades, algunas en disputa o confrontación, que están en las zonas rurales o en los cinturones de las grandes metrópolis en donde a las escuelas no se les puede denominar así: escuelas.

Es algo que se ha mencionado de manera reiterada, pero pareciera que los diagnósticos no llegan a la presidenta. Ella conoce bien ese sector, en su juventud estuvo cerca de estos espacios, al igual que las comunidades en donde el analfabetismo es una realidad. Donde los maestros no son profesionales de una carrera magisterial, sino jóvenes, hombres o mujeres, que orientan a tener una “educación de tercera”, improvisada. Yo hago que te enseño y ellos hacen que me pagan como profesor.

Debiéramos revertir eso y hacer que los más pobres reciban una educación de la más alta calidad, debemos compensar el rezago y retraso en el que han permanecido.

Pero no, hasta ahora en cien días sólo hay promesas como en la década de los 70 crecer la matrícula en el sector universitario, becas para evitar que los que están abandonen la escuela, pero y qué más.

El nuevo esquema de becas no ayuda a que los niños vayan a la escuela, los anteriores programas de apoyo social para la escuela obligaban a las familias a que los niños recibieran servicios de salud y asistieran a la escuela a cambio de las becas, hoy al no ser obligatorio empiezan a verse comunidades en donde los niños reciben sus becas, pero nadie está vigilante que sí vayan a la escuela.

Algo no está ocurriendo de manera adecuada, la monetización a cambio del bien social es un tema que debe empezar a tener vigilancia. Los primeros cien días de gobierno con visión de mujer no pone un segundo piso al humanismo. Humanismo no debe ser repartir solo recursos, que las familias reciban dinero, debería significar algo más para no perder lo poco que se había alcanzado en el camino.

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