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Este octubre se cumple un año de su detención. Alejandra Cuevas iba con su hijo Gonzalo cuando unos hombres les cerraron el paso y la bajaron del auto. Se la llevaron. No les importó que aún estuviera vigente un amparo que la protegía.

La autoridad local cometió un delito en flagrancia al capturar de esa manera a la mujer de 68 años de edad.

Pero, ¿Acaso sorprenden estas agresiones y abusos en el México donde las grandes apuestas, por sus altísimas probabilidades de éxito y ganancias, son la corrupción y la impunidad?

¿Dónde los criminales cooptan a funcionarios? O, peor aún, donde los delincuentes ya son parte de los poderes constituidos.

¿En el país donde los equilibrios y las igualdades se diluyen en la esperanza de un tiempo mejor por venir?.

Alejandra se amparó, pues quien la persigue penalmente desde hace años, a ella y a su familia, es su pariente político encumbrado en la llamada 4T.

Ella y su madre de 94 años, Laura Morán, viuda de Federico Gertz Manero, están en la mira directa, constante, acechante, inmisericorde de Alejandro Gertz.

El destino quiso que el personaje que las quiere cazar desde 2015 se convirtiera en la carta de López Obrador para ser el primer fiscal transexenal.

Andrés Manuel hizo a un lado a su colaborador y amigo, al maestro Bernardo Bátiz, -cuyo premio de consolación fue el Consejo de la Judicatura-, para designar como titular de la recién estrenada FGR a Gertz Manero. AMLO lo propuso y las y los senadores ratificaron su deseo.

Tres años bastaron para que el fiscal mostrara sin pudor su rostro.

Alfredo Lecona, miembro del colectivo Seguridad Sin Guerra, lleva el registro puntual de lo que denomina “Los Gertzcándalos”.

Causa escalofrío leer el recuento.

En esa larga lista está, por ejemplo, la negativa a transparentar casos y sus propios bienes. La resistencia para investigar masacres. Sus posibles conflictos de interés sin declarar, como el litigio del asunto de su hermano con los mismos abogados que representaron a Emilio Lozoya. El trato VIP a este último, en contraste con la prisión preventiva a Rosario Robles. La negociación con su homólogo del gobierno trumpista, William Barr, para liberar al General ex secretario Salvador Cienfuegos, acusado de vínculos con el narco en Estados Unidos, y dejarlo sin cargos ya en México bajo la intervención y defensa del Ejecutivo Federal. La reiterada intención de encarcelar en un penal de máxima seguridad (en lo que se averigua si existió algún delito) a 31 miembros de la comunidad científica señalados por Conacyt. Justo, por cierto, luego de que este consejo encabezado por María Elena Álvarez Buylla le obsequiara el máximo grado SNI III.

El escandaloso recargón contra científicos, incluyendo a un miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, tuvo una respuesta colectiva e inmediata. El rector Graue reaccionó. La comunidad saltó. No porque estuvieran en contra de que se investiguen desvíos de recursos, sino por la frágil acusación y el exceso del castigo.

¿Qué sigue?

¿Quién sigue?

¿Qué sucede en los otros casos?

Hace unos días Gertz volvió a la carga contra su presa. Interpuso una revisión al amparo que dejaría en libertad a Alejandra Cuevas.

Alonso Carrillo Cuevas se dirigió al fiscal: “¿Te imaginas cuando hagan un libro y lleguen al capítulo ‘Alejandro Gertz Manero’ y descubran que para torturar a una mujer de 94 años metiste a su hija a la cárcel? Y que con ella presa, le exigiste a sus nietos una confesión de un delito que inventaste… Alejandro, son seis años de vivir con tu persecución. Las propias autoridades se siguen dando cuenta, a pesar del poder absoluto que tienes, de los delitos que has cometido. Esta ha sido una fabricación porque estás preocupado que a tu hermano Federico se le hayan traspapelado más estados de cuenta en otros paraísos fiscales… Ahora después de un año con mi mamá en la cárcel una juez te puso un alto… se dio cuenta de todas las irregularidades que has hecho y le dio el amparo y ahora has decidido interponer una revisión para dejar más tiempo a mi mamá en la cárcel… Alejandro, toma conciencia y analiza la estela de destrucción que estás dejando”, señaló desesperado.

¿Cuántas voces más se requieren para que se oiga su grito?

Un grito que debería ser también el de una nación en defensa del estado de Derecho y en pos de seguridad, paz y tranquilidad para todos y todas.

¿Cuántas voces se necesitan para que López Obrador o Arturo Zaldívar o miembros del Senado atiendan lo que sucede con la señoras Cuevas-Morán, y en general, con el fiscal?

¿Hay alguien ahí?


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