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Sofía Ramírez Aguilar

Por Sofía Ramírez Aguilar

En México el encarecimiento de la gasolina determina la reputación del presidente en el corto plazo. ¿El gasolinazo de Peña en 2017? A pesar de que hubo saqueos en varias ciudades del país, una caída del peso frente al dólar y mucho repudio social, las señales negativas no duraron mucho. Hubo bloqueos carreteros y levantamientos violentos, pero al final los 300 mil millones de pesos de entonces (que dejaron de destinarse para subsidiar gasolinas) pudieron destinarse a programas sociales, a estímulos fiscales y a medidas complementarias.

Estimo que por temor a una caída de la popularidad del presidente la administración de López Obrador está regulando el precio de las gasolinas y el diésel en México por la vía fiscal desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de este año, ante el encarecimiento del petróleo y sus derivados en el mercado mundial.

Esa estrategia de contención frente al aumento de precios de hidrocarburos es una hábil jugada política que sale muy cara para las frágiles finanzas públicas. Los 330 mil millones de pesos que el propio gobierno dice que gastará en subsidios a la gasolina este año tienen dos problemas. El primero es que probablemente estén subestimados y no encontrarán fuente de financiamiento suficiente con los ingresos adicionales por la venta de crudo mexicano, y, dos, tienen un costo de oportunidad tremendo. Es decir, podrían destinarse a mejorar la infraestructura del campo para hacerlo más productivo en el mediano plazo, sin duda, pero en lo inmediato y con menos de una quinta parte de ese dinero podría financiarse la atención urgente para que las familias más pobres no pasen hambre. Comprar una canasta básica para cada uno de los 10.8 millones de personas en pobreza extrema por tres meses costaría 68.5 millones de pesos.

Subsidiar la gasolina es un asunto de gobernabilidad, pero también de control político. Y cuando eres el presidente te toca tomar decisiones impopulares para proteger primero a los más pobres, incluso en detrimento de tu popularidad.

También entiendo que el diesel tiene un impacto enorme en la formación de precios al consumidor en alimentos y mercancías, y en todo lo que compramos y comemos. Casi 90% del transporte de mercancías en México se hace por medio de vehículos de autotransporte, que en nueve de cada 10 casos usan diesel para desplazarse por carreteras. Además, más de la mitad del comercio internacional (53.5% de las mercancías que entran y salen del país) ocurre por la vía carretera (datos del Inegi para enero y febrero de 2022), y 330 mil empleos dependen directamente del transporte de mercancías, carga y pasajeros.

Pero subsidiar parejo la gasolina beneficia más a los segmentos de mayores ingresos por varias razones. Para empezar, porque son quienes más consumen mercancías y productos importados, o no sustituyen el consumo de productos caros ante la escasez, como cuando el kilo de limón o de aguacate superan los 100 pesos, ya sea porque no es temporada o porque hay una enorme demanda. Segundo, porque quienes tienen que llenar tanques con gasolina son las personas que tienen vehículos privados, y sobre todo en mayor número y tamaño. Por ejemplo, el 10% de los hogares más ricos destinaron el doble que la mitad de los hogares más pobres a la compra de vehículos como porcentaje de su ingreso (2020).

Sin embargo, al revisar el gasto destinado a gasolina y otros combustibles como porcentaje del ingreso del hogar vemos que quienes más gastan son los segmentos medios y altos, en concreto los deciles seis al nueve, tal como lo muestra la gráfica de abajo. Es decir, quienes más gastan en gasolina son la mitad de los hogares menos pobres, pero no los más ricos, a quienes el gasto en gasolina les resulta menos pesado.

Sin embargo, el 10% de los hogares más ricos destinan casi 40% más dinero que los del noveno decil (el 10% previo) a llenar su tanque de gasolina. Es decir, los hogares de mayores ingresos gastan más dinero en gasolina, aunque como proporción de su ingreso sea menos que los hogares de ingresos medios.

Entonces, ¿subsidiar o no la gasolina?

Subsidiar la gasolina no es la mejor forma de gastar ocho de cada 10 pesos del plan de contención ante la inflación (Paquete Contra la Inflación y la Carestía, Pacic), sobre todo porque los otros 74 mil millones de pesos (dos de 10 pesos), según las propias cuentas del gobierno, serán para financiar subsidios y programas de autoconsumo, invertir en seguridad carretera con el despliegue de más Guardia Nacional, incrementar el personal en aduanas y cubrir el costo de oportunidad de otras fuentes de recaudación que no se llevarán a cabo. Parece entonces que es poquito dinero para tantos objetivos, y porque fortalecer capacidades institucionales toma tiempo.

Tal como lo propuso México, ¿cómo vamos? antes del Pacic, una mejor idea sería entregar canastas básicas con comida por tres meses a las personas en pobreza extrema o incluso tomar medidas más creativas, como subsidiar los primeros 10 o 20 litros de gasolina en los tanques privados, ofrecer tarifas preferenciales a quienes tengan concesiones de traslado de pasajeros o mercancías y necesiten gasolina, o sólo ofrecer subsidio al diesel, que es el combustible que más utilizan los vehículos de carga y transporte en México. Claro que para hacer esto el gobierno hubiera necesitado saber dónde están los más pobres y quiénes son, qué concesionarios de transporte de pasajeros tienen los permisos y quiénes no, tener un sector privado dispuesto a cooperar en materia energética y una mejor procuraduría del consumidor, para que los descuentos fluyeran, los litros fueran completos y el diesel no escaseara, como ya ocurre con la gasolina. Debiera haber habido inversión en almacenamiento de hidrocarburos, combustibles, gasolinas, para que la oferta no estuviera comprometida. Nada de esto existe y pues obviamente ello compromete el resultado del Pacic y del gasto.

Una mejor forma de gastar nuestro dinero público sería atendiendo primero a los más pobres, y con una estrategia de soberanía energética y alimentaria real, no sólo de discurso. La gente no come promesas. Va a ser un cierre de sexenio muy atropellado para la gente, de hambre para los pobres y, en una de esas, también complicado para el gobierno si no actúa rápido.

@Sofia_RamirezA

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