Por Pamela Cerdeira
Este no es un texto nostálgico, creo que es una característica de la edad (no de todos pero sí la mayoría) el creer que tiempos pasados fueron mejores. Crecí escuchando a dos distintas generaciones quejarse: antes las cosas no eran así, las niñas no se portaban así (¡Qué bueno!). Así que soy sumamente cautelosa cuando hablo del pasado, no, yo no creo que tiempos pasados hayan sido mejores, sobre todo cuando hablamos de política; ahí solo son distintos con sus diversos grados de maldad. Pero algo es innegable, el México en el que vivíamos hace seis meses ya dejó de existir.
El domingo tuve la oportunidad de estar en la Feria Internacional del Libro Guadalajara, para presentar en compañía de Mauricio Merino, el libro de Emilio Lezama: La 4T 2.0, Narrativa de una Transformación. Recomiendo muchísimo el libro, Emilio tiene un instinto bruto para leer el ambiente político, y en este libro explica cómo fue que López Obrador logró lo inimaginable: pintar el país de guinda, que su sucesora tuviera incluso más votos que él, y cerrar después de un sexenio en el que atravesó una pandemia, murieron 800,000 personas, desdeñó al personal de salud, destrozó el sistema de compra de medicamentos, se dedicó a insultar a periodistas y activistas, y las que se acuerden, cerrar con una aprobación del 68%. Para quienes nos molesta que la mentira sea la base de la narrativa política, es imprescindible que entendamos el modelo de López Obrador, principalmente porque no se puede hacer frente a algo que no comprendes.
No sé si Emilio tenga una visión más optimista del presente, pero da un paso hacía atrás cuando se trata de la emocionalidad y lee la situación por la que estamos atravesando con más mesura que la mayoría. Esto hizo que la presentación derivara más en una conversación sobre aquello que a muchos nos preocupa: la Reforma al Poder Judicial y la concentración de poder que representa, el aumento al número de delitos que ameritan prisión preventiva y la desaparición de los organismos autónomos. ¿Podemos/debemos ignorar esto y hablar de lo que está bien? ¿Nos esforzamos más para reconocer/encontrar lo bueno? Desde hace unos años he pensado que estamos viviendo una especie de Síndrome de Estocolmo, nos sabemos secuestrados y entonces nos esforzamos lo más posible por ver lo bueno de nuestro secuestrador. Sí, desaparecieron los organismos autónomos pero subió el salario mínimo. O quizá, y lo pienso ahora, es solo un asunto de perspectiva, a quien gana el salario mínimo seguramente le tiene sin cuidado la desaparición del INAI o el CONEVAL. Mientras se debatía sobre el país en el que cada quién cree que está, Emilio dijo algo que me dejó helada: ese país, ya no existe.
Recuerdo que advertí que este no era un texto nostálgico de tiempos mejores, me parece hasta absurdo hacerles perder el tiempo con todas las cosas que sabemos que estaban (y siguen estando) mal. Este es el país que ahora tenemos y con el músculo que Morena está ejercitando será el que tendremos por muchos años más. Una democracia de saliva que se generó a partir de un proceso democrático. Lo que se logre crear de ahora en adelante, otra vez desde el camino de la sociedad civil, será otra cosa, algo que no hemos aun imaginado, algo que no sucederá al menos hasta después de la próxima elección intermedia, si es que la configuración del Congreso lo permite. Quienes hoy ostentan el poder aseguran que es un México mejor (he aprendido que hasta los delincuentes tienen una justificación moral para sus actos). Quienes los vemos con sospecha (a todos los partidos, pero especialmente a quien ostente el poder) creemos que no. Habrá que ser muy creativos y pacientes para construir y eso requiere ver hacia adelante (especialmente para que no se nos note la edad, já).
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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