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Por Pamela Cerdeira

No son como eran, no como me había tocado verlos. Cualquiera pensaría que son abogados, líderes, representantes de alguna organización. Bajo sus brazos traen carpetas, citan artículos, explican los datos, señalan errores, proponen las leyes no escritas. Denuncian, contrastan y son cuidadosos al decir que todavía confían en las autoridades, porque no les queda más. En la piel les pesa la historia que los trajo ahí, como si los chupara la tierra a cada paso, pero ellos son más fuertes, resisten, siguen caminando. No te cuentan de lo suyo a menos que preguntes directamente. Hablan por todos, por sus compañeras —en su mayoría mujeres—, por los jóvenes que se han unido, por los que se convirtieron en abogados por necesidad, en peritos por la experiencia.

Soy ingenua. Pienso que ninguno de ellos me dice a quién está buscando porque prefieren hablar en nombre del colectivo: si mencionan a uno, tendrían que mencionar a todos, porque, héroes o sobrevivientes, el ego y los reflectores terminan separando las causas más legítimas.

Le pregunto directamente. Debe ser difícil estar en un medio de comunicación (porque otra vez, ingenuamente, creemos que eso todavía sirve de algo) y no mencionar el nombre de la persona a la que estás buscando, contar su historia, tener la esperanza de que quizá, esta vez, alguien escuche y lo puedas encontrar. Lo haces para poner primero al grupo. Es admirable. Él es admirable, y yo me paso de tonta. No llega con el nombre de su desaparecido por delante porque se le quiebra la voz, porque queda destruido cada vez que lo menciona, porque muere un poco y entonces ya no puede decir nada más, y tiene mucho que decir.

Me dice que él cree todo lo que dijeron sus compañeras de Jalisco, que lo propuesto por el gobierno ya estaba en la ley. Me cuenta que es importante que pongan a la cabeza de las Comisiones de Víctimas y Búsqueda a personas con conocimiento, y empatía (si no fuera mucho pedir). Habla de los otros campos de exterminio, los que no llegaron a las noticias, los de Veracruz. Me reitera lo que una vez vi: los peritos que aseguran que esos huesos son de animales. Pero que ellos sacan sus teléfonos, y Google les dice otra cosa. E insisten, y toman fotos, y vuelven a preguntar.

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