Por Pamela Cerdeira
Le pido a mi hija que adivine en dónde vivía su bisabuela, la lleno de pistas: es la única casa que puede verse entera desde la calle, está del lado izquierdo y vamos a pasar frente a ella. “Está muy vieja” me dice. La basura se mezcla con el pasto seco de la banqueta y las plantas que parecen haber llegado por casualidad han sobrevivido a pesar de todo. Lo que alguna vez fue el jardín por el que rodé, está completamente seco, unos coches cubiertos de polvo completan la escena. La fachada descamándose se lleva en cada pedazo de yeso una historia viva: la fuente de la entrada, las comidas a la orilla de la alberca, los saltos desde la azotea, las cenas de navidad con concurso de talentos, las comidas de los lunes y las de los domingos.
Era una casa viva.