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Por Pamela Cerdeira

No tendría que sorprender la virulenta y violenta respuesta del presidente contra Xóchitl Gálvez, ha sido su forma de operar frente a cualquiera que lo ponga contra las cuerdas. Me preocupan dos cosas, una está en el presente y la otra tiene lugar en el 2024. Voy con la primera, la indiferencia. El comportamiento del presidente es el de un acosador, un bully pero con poder y las instituciones del Estado a su alcance. Eso tendría que desatar la indignación que provoca el prepotente, el que abusa de su poder, el soberbio, eso que nos hace rabiar y demandar justicia cada vez que vemos un video del perfecto anónimo vertiendo su furia y fuerza contra alguien de manera arbitraria e injusta. Pero pareciera que López Obrador nos acostumbró, nos anestesió, si revela datos personales, si da a conocer información protegida que estaba en poder del Servicio de Administración Tributaria, si manda la señal de ataque a sus propagandistas, si miente, nada pasa, ya lo sabemos, y se lo permitimos. Entonces estamos frente al mayor bulleador preguntándonos si cuál de las dos máximas deberían aplicarse: ignorarlo o enfrentarlo. Me preocupa la idea de “ignorar”, porque no puedo evitar evocar la imagen de una mujer golpeada por su pareja a quien le digan: no le hagas caso, al rato se le pasa, así es, ya no hagas eso que lo hace enojar. El consejo actual sería: sal de ahí corriendo, denúncialo y mételo al bote, porque sabemos que el violentador no deja de ser violentador, que sus acciones se agravan y que pueden ser mortales. ¿Por qué entonces seguimos deliberando sobre la opción de no hacer nada?

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.