Por Pamela Cerdeira
“Quítate de enmedio”, me aconsejó sabiamente Graciela, alias “la tía”. Quitarme de enmedio era guardar el mayor silencio posible, ¡qué reto para quienes cobramos por opinar! Guardar silencio quería decir: dejar de publicar en mis redes sociales. Los primeros minutos me recordaron lo que me ha pasado las veces en las que me he quedado afónica. Cuando no puedo hablar, mi casa deja de ser tan escandalosa, mis hijos saben que no puedo responder a los gritos de “mamaaaá” y poco a poco dejan de hacerlo, toda instrucción requiere que la escriba o me acerque a la persona para susurrarlo, y cuando tú solo puedas usar un chorrito de voz, la gente te contesta (quizá como reflejo) también en voz baja. Entonces resistes al instinto de contestar alto y de inmediato, cuidas tus palabras, y cómo puedes emitir muy pocas, las seleccionas bien, hablas solo cuando es necesario y hasta donde la garganta te lo permite. No hablar trastorna la percepción del tiempo y le baja el volumen a los pensamientos. Hay en esa afonía una extraña e inesperada paz.