Por Paola Rojas
Muchas personas asocian al cáncer con malos hábitos de salud, pero Gisela siempre fue muy cuidadosa con su alimentación y muy disciplinada con el ejercicio físico. Ese mismo orden lo aplicaba siempre en la prevención de enfermedades. Cada año acudía puntualmente a hacerse todas sus pruebas médicas, nunca dejó pasar la fecha para hacerse su mastografía y todas las revisiones necesarias. Sin embargo, en abril de 2018 los resultados fueron distintos a los que había obtenido en años anteriores. Ella misma había percibido un bultito en uno de sus senos, así que acudió al médico. Al hacerle un ultrasonido, encontraron eso que tanto temía; a Gisela la diagnosticaron con cáncer de mama metastásico.
Se conoce como metastásico cuando el cáncer sale del órgano en el que inició, en este caso en la mama, e invade otras estructuras u órganos. A esto se le llama etapa 4 y es muy importante conocer ese tumor y atacarlo lo más rápido posible para tener una mayor esperanza de vida.
A partir de ese momento, empezó un proceso muy complicado. Por suerte, tuvo el acompañamiento y el respaldo de su familia, pero justamente eso era lo que más le preocupaba: sus hijas. Le dolía verlas sufrir. Sabía que ellas temían que su mamá pudiera morir. Sentía una enorme responsabilidad y, por ello, evitaba que percibieran lo mal que se sentía. “Yo soy muy independiente, soy fuerte, soy madura”, me dice con orgullo. “Nunca me quise victimizar. Me esforzaba para estar mejor, comía bien, hacía ejercicio.” Pero luego bajó un poco la guardia y logró permitirse conectar con su propia vulnerabilidad. “Yo no era tan cariñosa. Afortunadamente mi esposo sí lo es. Él me acompañó en este proceso y aprendí mucho. Cambié tanto que ahora permito que me abracen”.
Si bien agradece esa transformación tan profunda, no deja de recordar que hubo muchos momentos de desesperanza. Gisela se sintió destrozada en más de una ocasión. “Nunca me voy a curar. Me sacaron esto, pero va a regresar. Va a volver a aparecer en un año”, pensaba en sus largas noches de insomnio.
Después de sufrir algunas malas prácticas médicas y diagnósticos equivocados, llegó por fortuna con el doctor que la llenó de confianza: Miguel Fuentes. Lo recuerda bien y lo nombra con fuerza porque dice, “Él me devolvió la esperanza y me ayudó a afrontar de manera distinta este reto tan enorme para toda mi familia. Él me veía. Él sentía empatía conmigo y me dijo que estaría curada.”
Fue el Dr. Fuentes quien le platicó a Gisela sobre un nuevo tratamiento que usa anticuerpos combinados para tratar el cáncer de mama metastásico. Según la evidencia, ha mostrado una eficacia sin precedentes, al reducir en un 36% el riesgo de muerte en comparación con otros tratamientos. Gracias a esto, hoy Gisela puede compartir su testimonio. Definitivamente, el acceso a terapias específicas al tipo de cáncer puede cambiar la historia de una persona, al brindarles una mayor esperanza de vida.
Así de crucial es la diferencia que pueden hacer los médicos cuando son cercanos y comprenden el enorme dolor físico y emocional por el que están atravesando los pacientes y sus familiares durante el tratamiento.
A Gisela le tocó vivir este proceso lejos de buena parte de sus seres queridos. Como emigrante, tuvo la fortuna de que algunos de sus familiares llegaran desde Argentina, pero la distancia impedía que permanecieran con ella tanto como le habría gustado. Sin embargo, reconoce el privilegio que tuvo al haber recibido esas visitas que la llenaron de amor y fuerza. Pocos migrantes tienen esta posibilidad, la mayoría de las veces tienen que enfrentar una enfermedad así de dolorosa y angustiante lejos de todos sus apoyos. El panorama es todavía peor para aquellos en situación migratoria irregular y sin acceso a seguridad social.
Gisela se considera una nueva mujer. Asegura que ahora valora muchas cosas que antes daba por hecho, empezando por la salud. “Estas sacudidas que te da la vida son para abrir los ojos y para disfrutarlo todo al máximo”, me dice conmovida.
Con mucha generosidad, pide compartir un mensaje esperanzador para otras mujeres que hoy están pasando por esto. “Cuando estés metida bajo el agua y no veas la salida, ten calma. Pronto empezarás a subir e irás viendo que hay luz. Tienes que enfocarte en salir adelante. Quiero que lo que viví sirva de algo y se convierta en algo útil y amoroso.”
Ella se sabe afortunada por haber tenido acceso a los tratamientos médicos adecuados y lamenta que haya tantas mujeres que no tienen esa posibilidad. “No puede ser que el que se enferma, muera, y que solamente el que tiene dinero, sobreviva.”
Tiene mucha razón. No puede ser.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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