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Por Raquel López-Portillo Maltos

Aunque la política ha demostrado en numerosas ocasiones que los debates no ganan elecciones, el duelo presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump podría terminar siendo más definitorio de lo que marca la regla. Este debate llegó en un momento en el que la evidencia mostraba que el momentum Kamala había culminado y parecía no rendir mayores réditos electorales. En una contienda por de más reñida, era necesario un nuevo hito que lograra un impacto en los dos a tres puntos porcentuales que separan a ambos candidatos en las encuestas. 

Más allá de la intención de voto, los datos arrojan que existe cerca de un 30 por ciento del electorado que no está convencido de Harris y quiere saber más sobre ella, tanto de su figura como de su agenda. En este sentido, la incumbencia le ha jugado como un arma de doble filo; aunque el permanecer como una figura “desconocida” puede sonar extraño e incluso perjudicial viniendo de la segunda figura de más peso en el gobierno estadounidense, le ha permitido tener un lienzo parcialmente en blanco para definirse de la forma en la que su campaña considere más óptima. 

Definir su figura no era en lo absoluto un reto para Donald Trump, que genera simpatías y apatía no sólo en su país, sino en el mundo entero. Por el contrario, el objetivo de Trump era convertir la contienda en una disyuntiva entre continuidad o cambio. Es decir, destacar que Kamala Harris es una continuación de Joe Biden (cuestión que verbalizó diciendo ella es Biden), que todo lo que promete no lo hizo cuando pudo y cumplir con el deseo del electorado de saber más de ella, pero en sus propios términos, al caracterizarla como una liberal de izquierda radical. Todo esto evitando salirse de sus casillas y forzándose a no caer en ataques sexistas, especialmente considerando que las mujeres son un grupo demográfico en conquista. 

Considerando esto, Harris logró consolidar una imagen presidenciable, tomando el control desde su entrada. Su intento de esgrimir públicamente su agenda se enfocó principalmente en la clase media, su apuesta económica por las pequeñas y medianas empresas, así como en el rol que tiene Estados Unidos en diversos conflictos internacionales. Fue capaz de evadir hábilmente las preguntas más difíciles, como su postura sobre migración o la guerra en Gaza, mediante una fórmula en la que, luego de dar respuestas limitadas, giraba hacia provocaciones bien calculadas contra Trump. El consejo que, según distintos medios reportaron, le dio Hilary Clinton de hacer que Trump “mordiera el anzuelo” funcionó una y otra vez durante la noche.

Por su parte, Trump se mantuvo fiel a su retórica habitual, posicionándose como el único capaz de salvar a una nación que, según él, está en decadencia y perdió el respeto de sus socios globales. Sin embargo, en lugar de proyectar fuerza y liderazgo, su tono molesto, repetitivo y predecible se hizo evidente. Lejos de sorprender, Trump recicló sus narrativas más conocidas y cayó en más de 30 afirmaciones falsas, algunas francamente absurdas como que los migrantes están "comiéndose las mascotas" de residentes de Ohio o que los demócratas están a favor de "ejecutar bebés recién nacidos". Su incapacidad para abordar cuestiones clave, como su propuesta de deportación masiva o la reforma de salud, debilitó aún más su argumento. 

Si bien la vicepresidenta Harris dejó en claro que “tiene un plan” para el futuro, aún queda por ver si fue suficiente para quienes demandaban más en este aspecto. Un debate en sí mismo es insuficiente para superar el desafío de ganar la confianza de aquellos votantes que se sienten desconectados de su figura. Aunque proyectó una imagen de juventud y renovación, fue menos contundente en presentar propuestas políticas concretas que realmente resuenen con esos sectores indecisos. 

En las próximas semanas veremos si el consenso general de la victoria de Kamala Harris en su primer encuentro con Donald Trump surte efecto, principalmente en los siete estados bisagra que definirán la elección y en los que al día de hoy muestra una ventaja moderada en cinco de ellos. Si bien la contienda sigue tan cerrada como antes, el desempeño de Harris indudablemente la colocó en una posición más cercana al título de Madam President, que hasta hace un par de meses parecía impensable. 

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