Por Renata Roa

Soy una melómana declarada y amo la música profundamente. Desde pequeña, la música ha sido una parte integral de mi vida familiar y de la forma en que interactúo con mis seres queridos. Ya sea en los viajes en coche, durante la Navidad, en las comidas o incluso al bañarnos, la música siempre ha estado presente en cada espacio de mi vida, creando un soundtrack para cada momento de ella.

Como dice Joe Dispenza, quiropráctico e investigador, el 95% de lo que somos a los 35 años se debe a la programación a la que hemos sido expuestos consciente o inconscientemente. En mi caso, la música ha jugado un papel fundamental en esta formación. Sin embargo, más allá de la influencia del entorno, he experimentado personalmente los poderosos efectos positivos de vivir en presencia de la música y hoy estoy aquí para convencerte, si aún no lo haces, de que es una de las mejores inversiones que puedes hacer para tu bienestar. 

La música tiene un efecto colectivo incomparable. Las movilizaciones ocurren a través de ritmos. Pídele a un grupo masivo de gente que haga algo y probablemente se tarde más en hacerlo a que ocurra a través de una melodía en la que de forma muy instintiva la gente replica el comportamiento de otros. La neurona espejo actúa y sobre todo que algo internamente genera ese movimiento. Si quieres formar parte de un grupo, la música puede ser una forma de entrar de una manera sutil y poderosa, que para mí es el combo más exitoso que existe. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.