Por Renata Roa

Terminaron las Olimpiadas y con ellas, se hace corte de caja de muchas cosas. La disciplina, el costo de oportunidad, las creencias, la excelencia, los sueños, la importancia de la salud mental, la construcción de la mentalidad. ¡Tanto que hablar de ellas en términos de la competencia! Sin embargo, y vale la pena parar un momento para aprender de ellas. Según un estudio que publicaron en el American Psychological Association analizaron los niveles de felicidad en el pódium y no correspondían al orden en que los deportistas ganaban las medallas. Es decir, los de oro, por supuesto que eran los más felices, pero los de bronce estaban mucho más felices que los que habían ganado plata. 

La teoría que más hace eco con esto, es que los que ganan la medalla de plata tienden a compararse con los que ganaron oro, es decir, en su cabeza empieza  a rumiar  todo lo que pudieron hacer diferente para haber obtenido ese primer lugar. Mientras que los de bronce, se comparan hacia abajo, haciéndolos sentir mejor: “por lo menos no quedé en 4to lugar y así gané medalla”. Este fenómeno se lleva estudiando desde 1995 a través de entrevistas a muchos deportistas dónde identificaron que la narrativa corresponde justo a esos hallazgos, además de analizar el lenguaje corporal en más de 2,000 imágenes . Adicional al tipo de comparación, le han sumado otro ingrediente en dónde describen que los de plata en realidad llevan una mentalidad enfocada a ganar oro, mientras que los de bronce, casi siempre van más enfocados a hacer un buen trabajo, pero no necesariamente a ganar, que para mí, ahí está la verdadera clave.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.