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Yo crecí en una narrativa telenovelesca. En mi familia, el drama siempre vendió mucho más que el humor. Supongo que tiene que ver con que la vida es algo serio y, aunque la risa puede también ser un sistema de evasión para no conectar con la emoción real, a mí me parece que después de honrar la emoción la risa es una gran estrategia de resignificación para así darle la dimensión correcta al suceso.

Mi marido, este inglés con ADN irlandés, es mi gran maestro. Desde que lo conocí, no solo me ha sacado las mejores risas, sino que su visión de la vida, me la ha ido contagiando cuando me dejo. Con él descubrí la importancia que tiene el “storytelling”, este increíble arte de contar historias. Y es que si regresamos a mis raíces, el drama en mi casa está muy ligado a la queja, que en realidad su narrativa es plana y monótona. Me la imagino como si fuera el sonido de una sola nota de piano tocando en tono grave, una y otra vez. Cansa, aburre y no aporta nada.

En cambio, en las historias encuentras armonía, profundidad y a veces también complejidad que las vuelve melodías para el alma. Te transportan, generan sensaciones y crean vínculos que sostienes de por vida con algunas de ellas. Su memoria te saca sonrisas, lágrimas y en el mejor de los casos las dos. Ese es uno de los superpoderes de mi maestro.

En alguna ocasión, sentados todos alrededor de la mesa de mis suegros, fui testigo de un torneo de historias divertidas y ridiculizantes que simplemente tenía a todos riéndonos de principio a fin. En ese momento entendí la importancia del humor para recontar una historia. Es más, a veces hasta pienso que existen algunos personajes, como mi marido, que buscan estos ángulos de forma tan natural para narrar la vida y generar los recuerdos. Eso me divierte y aligera el camino.

El humor es una gran medicina. Convierte cualquier experiencia que puede sonar como desafiante, en una gran historia digna de recordar. Hay gente que lo hace de forma natural, otros que tenemos que aprender a hacerlo. Pero que una vez que lo pruebas, puede cambiar completamente lo que piensas y eso se me hace que es ejercer uno de nuestros más grandes poderes.

Llevo varios años ya en el mundo del mindfulness y aunque en esta práctica aprendemos a abrazar la emoción, una de las cosas que más trato de explicar es que la transformación es clave para no volvernos esclavos de lo que sentimos. No somos el clima, somos el cielo.

Etiquetar nuestra vida por un día nublado es quitarle la armonía a la canción o los colores al cuadro.

Extraer primero el significado y luego agregar este ingrediente, creo que podría construir canciones más ligeras e inspiradoras. Yo por lo menos sigo aprendiendo. En momentos de crisis, sale lo que viví en mi infancia, pero luego trato de reenfocar agregándole un poco de humor, cuando se puede, y todo cambia. Vuelve una armonía aligeradora a mi ser y vuelvo a cantar.

@renata_roa

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