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Por Rosa Covarrubias

Había una vez un niño que se enamoró profundamente de un deporte, uno que en la región en la que él nació y creció, era de arraigo y era practicado por la mayoría de los niños, pero él, no era uno común, no era como los demás, aunque lo descubriría años más tarde. 

Nació en Etchohuaquila, Sonora, el primero de noviembre de 1960. Fue el menor de 12 hermanos. 

A los 18 años fue descubierto “por error”, porque el scout cubano Camilo “Corito” Verona asistió a un partido de la Liga Mexicana de Beisbol, pero no para verlo a él, estaban siguiendo al infielder veracruzano Alí Uscanga, cuando en aquella ocasión por los Leones de Yucatán, salió a la lomita un muchacho llamado Fernando Valenzuela. Verona quedó hipnotizado por aquel lanzador zurdo y no dudó en pasar a Mike Brito, sí, el scout leyenda de Los Dodgers, el reporte de aquel pitcher que le llenó el ojo. La novena angelina tenía un nuevo pitcher en sus filas.

Tras su debut, poco a poco “El Toro” comenzó a ganar adeptos. Fue capaz de paralizar a un país con sus actuaciones, pero también lo fue para unir lazos entre  comunidades alrededor del deporte; Valenzuela tuvo en su brazo izquierdo el don de unificar y congregar a la comunidad latina con la estadounidense en el Dodger Stadium cada vez que subía a la lomita. 

Fue en el año de 1981, hace cuatro décadas, cuando nació, junto con aquel novato mexicano ligamayorista, la llamada “Fernandomanía”. Un año que quedó grabado en los libros de historia del deporte, no solo de México, ya que el nacido en Etchohuaquila consiguió 13 victorias y lanzó 11 juegos completos en temporada regular.

La tarde del 23 de octubre de 1981, la grandeza mostrada por  Fernando Valenzuela quedó plasmada en la memoria de todos aquellos pendientes de la Serie Mundial entre Dodgers y Yankees. El legendario manager Tommy Lasorda, justo en el tercer juego, cuando los neoyorquinos estaban arriba 2-0 en la serie, se decantó por poner como abridor al novato mexicano. 

“El Toro” subió a la lomita y, pese a recibir 4 carreras en las primeras 3 entradas, la confianza de Lasorda en él y la de Valenzuela en su equipo continuó, permitiéndole al mexicano lanzar la ruta completa, es decir, las 9 entradas y de la cuarta  a la novena no permitió una sola carrera, guiando a Los Dodgers a la victoria por 5-4, triunfo que encendió la luz de la esperanza en los aficionados a la novena angelina. 

Lo que siguió fue una historia salida de un cuento de hadas. Fernando Valenzuela ganó en 1981 el premio Cy Young, mismo que se entrega al mejor pitcher de la temporada, la hazaña fue que a la par recibió el premio a novato del año, la cereza del pastel, el anillo de la Serie Mundial con Los Dodgers de los Ángeles. 

Ganó en 1988 su segundo título de Serie Mundial con sus amados Dodgers, aunque no pudo jugar debido a una lesión, fue nombrado 6 ocasiones All Star, 2 veces ganador del guante de plata; lo que nunca llegó, fue que lo eligieron miembro del Salón de la Fama en Cooperstown.

Los años pasaron tras su retiro y justo en 2023, llegó la justicia por parte de Los Dodgers, el número 34 de Fernando Valenzuela fue retirado, “El Toro” fue ovacionado por los aficionados que abarrotaron el Dodger Stadium, reconociendo su labor y legado en el beisbol.

La pelota es caprichosa… Justo unas horas antes de cumplirse 43 años de aquella hazaña en el tercer juego de la Serie Mundial de 1981, “El Toro” lanzó su última bola y el out 27 cayó. 

Su nombre jamás será olvidado, el número 34 de Los Dodgers de Los Ángeles, descansa entre los inmortales, hasta siempre Fernando “El Toro” Valenzuela.

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@RCova18

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