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Por Rosa Covarrubias

Cuando Lia Thomas saltó a las piscinas en marzo de 2022, la polémica se desató inmediatamente; para muchos, un tema de exclusión, para otros,  una cuestión física que supone una clara ventaja sobre las rivales en cualquier competición.  

El 17 de marzo de aquel año, Thomas se convirtió en la primera mujer transgénero en conquistar un título universitario en la natación de los Estados Unidos,  las críticas comenzaron a crecer de inmediato, puesto que cuando competía en la rama varonil no estaba dentro de los 100 mejores del país, como mujer impuso varias marcas. 

Ron DeSantis, Gobernador de Florida, fue uno de los principales detractores "la NCAA básicamente está haciendo esfuerzos para destruir el atletismo femenino, están tratando de socavar la integridad de la competencia y están coronando a otra persona como campeona femenina y creemos que eso está mal". 

Médicos del deporte se han manifestado en contra de que las mujeres trans compitan contra mujeres biológicas si el cambio de género no se hace antes de los 16 años, es común escuchar y leer frases como “el cuerpo tiene memoria” o  “por más que se sometan a tratamientos hormonales tienen cierta ventaja física”. 

Thomas se sometió a tratamiento médico y dejó de competir poco más de un año, pese a ello, las críticas continuaron y los detractores de las mujeres trans en el deporte femenino siguieron. 

Worlds Aquatics no dio marcha atrás a la decisión tomada en 2022 acerca de la no admisión  de deportistas transgénero en la rama femenil si habían tenido “cualquier etapa de pubertad masculina”. Thomas acudió al TAS, organismo que falló en su contra en junio de 2024 y a través de un comunicado mencionaron “Thomas simplemente no tenía derecho comprometerse con la elegibilidad para competir en competencias de Worlds Aquatics”.

Una de las promesas de campaña de Donald Trump fue precisamente esa, excluir de las competencias femeniles a las atletas transgénero. El martes 15 de enero de 2024, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó una ley que prohíbe a las mujeres y niñas trans competir contra atletas designadas biológicamente al nacer con el género femenino, ahora, el Senado tendrá la última decisión. 

El caso de Lia Thomas en el deporte universitario estadounidense también destapó un tema del que pocos se atreven a hablar, al ser el deporte uno de los negocios más lucrativos del mundo y en el que las universidades en Estados Unidos invierten y reciben grandes cantidades de dinero por parte del Estado, hay quienes buscan conseguir mayores beneficios con el cambio de género. 

Es curioso que, mientras Lia Thomas luchaba contra todos sus detractores, Laurel Hubbard ya había competido en Juegos Olímpicos y en un deporte en el que, ser atleta transgénero, supondría una ventaja física, hablamos de la halterofilia; en los mismos juegos de Tokyo 2020, Canadá integró a Quinn, primera deportista no binaria transgénero en su selección de futbol, misma que ganó la medalla de oro. 

Han pasado 3 años y medio desde que terminaron los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, más de tres años en los que la polémica sobre la inclusión de mujeres transgénero en el deporte femenino continúa poniéndose sobre la mesa, un periodo en el que las Federaciones Internacionales y el Comité Olímpico Internacional no han dado ese paso al frente para determinar si pueden o no competir y bajo qué circunstancias podrán hacerlo; hay voces en favor, pero también hay muchas voces en contra. 

Científicamente aún no se ha demostrado que exista una ventaja real entre una mujer transgénero, que se ha sometido a tratamientos en los que su fuerza y masa muscular disminuyen y una mujer designada con este género al nacer. 

Las decisiones que se tomen en los próximos meses serán fundamentales para los siguientes ciclos olímpicos. Aún hay mucho por trabajar, muchos estudios por realizar y acuerdos que tomar. 

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