Por Rosa Covarrubias
Soñar con volar, con surcar los aires, caer a gran velocidad sobre una fosa llena de agua y después, escribir tu nombre en el Olimpo.
Soñar con ser y tener tu propio nombre, que atrás queden las comparaciones, pero llegar a ser igual o más grande que tu ídolo, aquel que dio una agradable, muy grata sorpresa en Río.
Recuerdo bien aquel 2012, cuando nombraron al equipo de clavados que asistiría a Londres, dos pequeñas de 15 años en una de las delegaciones más competitivas que ha tenido México en Juegos Olímpicos.
Aquella ocasión la incertidumbre de lo que podría pasar con la pareja que competiría Paola Espinosa, sí, la medallista de bronce en Beijing 2008, pudo haberse apoderado de aquellos extraños, de quienes desconocían el deporte, pero no de Paola ni mucho menos de ti, de Alejandra Orozco.