"Tienes que creer en ti mismo cuando nadie más lo hace"
Serena Williams.
Hablar del tenis femenino de la actualidad es remontarnos 27 años atrás, cuando una pequeña niña de 14 años comenzaba el camino en el profesionalismo del deporte blanco. Es voltear a 1995-1996, cuando esta disciplina era dominada por la alemana Steffi Graf, en gran competencia con Monica Seles, Arantxa Sánchez Vicario, Martina Hingis y Conchita Martínez.
Pocos creyeron que Serena y Venus Williams llegarían lejos, quizá por los paradigmas o los estereotipos al ser afroamericanas, esos pocos –entre los cuales se encontraba su padre y entrenador Richard, quien fue perfeccionista y las llevó a los más alto de la competencia– no se equivocaron.
En un sinfín de ocasiones Serena fue clara, “de pequeña ‘no era la mejor tenista’ y en un inicio, como lo declaró con Oprah en 2001, vivió a la sombra de su hermana Venus. Se movía, jugaba y hasta comía lo mismo que ella, parte de la admiración que le tenía como hermana menor; hasta que un día dijo: ‘no soy Venus, soy Serena’”.
El alumno superó al maestro y no, no es que Venus –15 meses mayor que su hermana– enseñará a Serena; las dos crecieron juntas en todos los aspectos, como familia y como deportistas, como hermanas y rivales dentro de la cancha. Ahí, Serena demostró que el crecer “bajo la sombra” de ese roble que era Venus la llevó a grandes cosas, mismas que su padre soñó a finales de la década de los 70, tener dos hijas que dominaran el mundo del tenis.
Han sido poco más de dos décadas de carrera de Serena Williams. Han pasado 23 años desde que ganó su primer Grande, el US Open de 1999 y 20 desde aquel mes de julio de 2002 cuando por primera vez subió a la cima del ranking de la WTA, misma que la avaló como la mejor del mundo durante 319 semanas, 186 de manera consecutiva, es decir, nadie la movió del primer puesto durante 3 años y medio, del 18 de febrero de 2013 al 9 de septiembre de 2016, igualando así el récord de Steffi Graf y siendo desplazada del sitio de honor por la alemana Angelique Kerber, luego de perder en semifinales del US Open ante Karolina Pliskova.
El legado de Serena va más allá de sus 73 títulos, 23 de ellos de Grand Slam que la avalan como la máxima ganadora de estos torneos en la era Open, y la segunda en la historia por detrás de Margaret Court quien tiene 24, de las 856 victorias en su carrera o de sus cuatro preseas de oro en Juegos Olímpicos, tres de ellas en dobles todas ganadas junto a su hermana Venus.
Dejará huella por su manera de jugar al tenis, por enfrentarse a aquellos que en múltiples ocasiones la tacharon a ella y a su hermana de amañar los juegos entre ellas, a quienes la atacaron por su color de piel, razón por la cual no jugó en Indian Wells durante 14 años, aún siendo la mejor del mundo y este uno de los torneos de mayor prestigio del circuito.
Su nombre trascenderá por la lucha que emprendió al ser una afroamericana dominando el tenis por más de una década, por defenderse de los jueces y levantar la voz; por su vestimenta que escandalizó al deporte, pero que a todos nos ponía a pensar: ¿ahora cómo se presentará?, por su altruismo, por su fortaleza como deportista y como persona, por inspirar a miles de niñas en el mundo a lograr lo que se propongan.
Sí, aquella niña que era entrenada en canchas públicas en Compton, California, en medio de disparos, conflictos entre pandillas, entre las agujas que dejaban los adictos, superó la adversidad y luchó contra todo pronóstico para convertirse en la mejor tenista de todos los tiempos.
@rcova18
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