Por Rosa Covarrubias
¿Cuántas veces has escuchado alguna de las siguientes frases?
- Vete a barrer que para esto no sirves.
- Las mujeres no deben salir de la cocina.
- Ponte a lavar platos.
- Eres mujer, las mujeres no saben y/o no juegan al futbol.
- Si quieres seguir en esto o ir a tal evento, ya sabes que tienes que hacer.
- Esta disciplina no es para niñas, es para hombres.
Estas son solo algunas expresiones que la mayoría de las niñas, adolescentes y mujeres, no solo en México, en el mundo, escuchan a lo largo de su carrera deportiva y sí son solo palabras que a algunas las ayudan a forjar el carácter dentro de las pistas, albercas, canchas, etc., pero es así como también comienza un infierno interno del cual es complicado salir.
En el ya lejano 2004, cuando parecía que la perspectiva sobre la participación de las mujeres en el futbol comenzaba a ampliarse, Virginia Tovar hizo historia al ser la primer árbitro en dirigir un partido de Primera División de futbol, fue en el Irapuato-América, uno de los encuentros más atractivos de aquella época. Al término de aquel juego, que las Águilas perdieron por 2-1, Cuauhtémoc Blanco, ahora Gobernador del Estado de Morelos, le reclamó su accionar con una frase icónica por el tono machista “vete a lavar platos”.
Aunque muchos apoyaron la trayectoria de Vicky, hubo otros que también sacaron a relucir su machismo, como Jared Borgetti, quien en el volado del juego entre Pachuca y Santos dijo “para que mandan viejas si no tienen capacidad”. Tovar se retiró por la falta de oportunidades y el machismo que inunda el futbol mexicano.
En Estados Unidos se destapó un escándalo de violencia sistemática en la NWSL. Doscientas mujeres declararon haber sido víctimas de violencia y agresión verbal, física y/o sexual, en por lo menos una ocasión.
La Liga MX femenil no es ajena a esta situación. Un par de fuentes consultadas, que pidieron anonimato, mencionaron actos de violencia en el balompié nacional. “He sido testigo de acoso verbal y/o sexual, por parte de algunos miembros de los equipos en los que he estado, pero las personas al frente o no escuchan o no hacen nada”.
También se dan los casos de acoso laboral, en la que los hombres y/o mujeres buscan demeritar lo conseguido, “siento que es un tema de seguridad, de egos… El tema es cuando ya no es lineal el asunto, se da cuando hay superioridad en el puesto, donde te mandan o toman decisiones sobre ti y no tienes posibilidad de controlar algo”, manifestó una de las fuentes consultadas.
La halterofilia es uno de los deportes que más preseas Olímpicas le ha dado a México en las últimas dos décadas, todas han sido obtenidas por mujeres, mismas que han pasado por un viacrucis para lograr sus objetivos.
El infierno que tuvo que pasar Soraya Jiménez para lograr el oro en Sydney 2000 comenzó con frases como “este deporte es para hombres”, pasando por el bloqueo por parte de directivos para competencias y preparación internacional con tal de que una mujer no fuera a avergonzar a la Federación, para muchos, Soraya, no iba a lograr nada.
Hace un par de días Linda Cruz escribió para Opinión 51 una columna sobre la película “La Caída”, un filme que narra uno de los hechos más lamentables del deporte mexicano, el caso de la clavadista Azul Almazán, quien en su camino a Juegos Olímpicos sufrió acoso de su entrenador Francisco Rueda, que en 2004 fue demandado por la madre de Laura Sánchez por abuso sexual. Rueda y Sánchez se casaron y son entrenadores en León, Guanajuato, ciudad en la que, por cierto, existe una denuncia a un clavadista, amigo de la pareja de entrenadores, por abuso sexual.
Algunas deportistas han mencionado que el convivir con hombres desde temprana edad, les da la oportunidad de “capotear” en ocasiones situaciones incómodas o de acoso.
La mayoría de las mujeres en el deporte han sido violentadas de diversas maneras, desde que tienen 10, 11, 12 años. Para muchas, esas formas son “normales”, no hay nada extraño porque se normaliza y pocas son quienes levantan la voz, la mayoría en el anonimato por miedo a no cumplir sus sueños. Dejemos de normalizar e institucionalizar la violencia, de cualquier tipo, hacia la mujer.
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