Por Rosanety Barrios
“El niño Dios te escrituró un establo, y los veneros de petróleo el diablo”. R. López Velarde.
Varias generaciones de mexicanos crecimos con la idea de que Pemex, petróleo y patria, eran diferentes acepciones de un mismo concepto. Nos tocó ser testigos de la administración de una riqueza que, por un momento, nos permitió soñar que podríamos tutearnos con el primer mundo, para terminar en la defensa de nuestra moneda con ánimo canino.
Logramos recuperarnos, alcanzar el grado de inversión y con una producción histórica de tres millones de barriles de petróleo al día, financiar parte de nuestro gasto corriente sin perdernos la oportunidad de subsidiar la gasolina, con lo que buena parte de la renta petrolera quedó convertida en bióxido de carbono lanzado a la atmósfera de nuestra Suave Patria.