¿No sabes tú que no es valentía la temeridad?
Miguel de Cervantes Saavedra
Hemos llegado al inicio de las conversaciones entre los representantes comerciales de los gobiernos de México y los Estados Unidos de América a efectos de dirimir las diferencias que éste ha detectado en materia de cumplimiento a nuestra columna vertebral comercial, el TMEC.
La solicitud de inicio de este proceso fue presentada por la oficina de la representante Comercial de los EUA el 20 de julio pasado. El día 21, en la conferencia matutina, todos escuchamos la respuesta presidencial, que muy bien puede resumirse en el estribillo de una canción del tabasqueño Chico Che: “Uy, qué miedo. Mira cómo estoy temblando”
A cuatro años de gobierno, sabemos que este tipo de reacciones son el estilo característico del jefe del Ejecutivo, quien, desde esa posición, hace una invitación a sus seguidores para que se sumen a una batalla más, en este caso, por la soberanía misma de nuestro país. Sin embargo, es justo la soberanía de México la que enfrenta un riesgo relevante de mantener la política energética actual, por eso declaró abiertamente: yo sí tengo miedo.
De una revisión rápida de lo que se ha hecho estos cuatro años con Pemex, comprobamos que ha recibido aportaciones directas (dinero del bolsillo de los mexicanos) por más de 27 mil millones de dólares, pero al detener los mecanismos que la reforma de 2013 le permitían encontrar socios que aportaran nueva tecnología y más eficiencia, está atrapado en una producción de 1.6 millones de barriles de crudo al día y seis refinerías nacionales que siguen perdiendo dinero aun cuando en el mundo las refinerías están ganando más que nunca en su historia: yo sí tengo miedo.
Cuando una empresa, de cualquier dimensión, deja de ser sujeto de crédito, los accionistas (en este caso, los mexicanos) deben estar preocupados. Hoy es público que Pemex no puede pagar a sus proveedores y que tampoco le alcanza lo que gana (incluso en un trimestre de precios históricos) para cubrir los intereses de la deuda, ahorrar y financiar su crecimiento. La deuda financiera de Pemex enfrenta vencimientos por 34 mil millones de dólares entre 2022 y 2024. No hay forma de que los mercados acepten refinanciar este monto si no es con tasas de interés estratosféricas o bien con más aportaciones de nuestro dinero: yo sí tengo miedo.
Ni hablar de nuestra absoluta dependencia al gas natural importado, misma que no tiene solución debido a la negativa del gobierno a continuar con las rondas petroleras, las cuales, por cierto, no representan competencia alguna con Pemex, ya que se trata de aprovechar aquellos campos que nadie está atendiendo. Ese gas que nos vende nuestro principal socio comercial entró ya en la carrera para atender las necesidades europeas, en la búsqueda por la sustitución del gas ruso. Eso ha llevado los precios a niveles no sospechados antes de la guerra en Ucrania, pero, sobre todo, a competir por el suministro; los Estados Unidos seguirán construyendo plantas exportadoras de gas y si México no produce el propio no habrá más remedio que formarnos en la fila de países buscando gas: yo sí tengo miedo.
Los resultados a junio de 2022 de la Comisión Federal de Electricidad son una muestra clara del daño que le ha hecho la política energética nacionalista. Esta empresa, que a fuerza de hacernos creer que la soberanía del país radica en la generación de electrones en plantas antiguas y contaminantes, ha continuado incrementado el costo de su servicio. Dicho de otra forma, la CFE ofrece un servicio cada día más caro y no hay ruta para disminuirlo: yo sí tengo miedo.
Las decisiones de esta administración la han llevado a incrementar su deuda laboral, a aumentar su dependencia de combustibles, especialmente gas natural, y también a enfrentar procesos legales (arbitrajes) cuyo número parece crecer sin control (pasó de reportar 21 a 34 arbitrajes en el último trimestre). No hay forma de saber a cuánto ascienden esas demandas ni las razones de su existencia, por lo que los mexicanos solo sabemos que hay un riesgo de tener que pagar estos juicios, en caso de que se pierdan: yo sí tengo miedo.
Ni hablar de la estrategia para comprar el combustóleo que Pemex sigue produciendo sin parar. Cuando originalmente se hizo a precios muy bajos, Pemex perdió dinero a discreción, y cuando se corrigió y se empezó a vender a precios de mercado fueron las finanzas de CFE las que lo sufrieron. Mientras, los mexicanos pagamos más, ya sea en el recibo o con nuestros impuestos, y respiramos azufre y otros contaminantes todos los días: yo sí tengo miedo.
Hay más elementos que alimentan mi miedo, como la decisión de arengar (¿hay otro verbo para describirlo?) el próximo 16 de septiembre, desde Palacio Nacional, contra el enemigo común, que no son el TMEC ni los intereses “extranjeros” ni los conservadores u opositores (cuya definición solo depende de pensar distinto). Nuestro enemigo es el rencor. Sí. Yo sí tengo miedo.
@RosanetyBarrios
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