Por Sabina Berman
Hace unos días, en Operación Mamut de Canal Once, se emitió una sátira en la que Jairo Calixto interpretó a la ministra presidenta de la SCJN, Norma Lucía Piña.
Varias voces se alzaron en las redes sociales protestando y algunas pocas amagaron con formular una petición para que el Canal Once retire ese tipo de contenido “misógino”.
¿Fue una sátira misógina? Esa es la primera pregunta que salta al entendimiento.
Dicho rápido, no.
La farsa no ridiculizó a la ministra por ser mujer ni por cómo es mujer. La ridiculizó por las medidas que el Poder Judicial ha tomado desde que ella lo preside.
¿O es que el mero travestismo es en sí una afrenta sexista?
El travestismo es una antigua tradición del teatro que ha llegado muy saludable a nuestro tiempo. En Saturday Night Live, el programa cómico más popular de la TV estadounidense, de forma rutinaria las brillantes cómicas interpretan a políticos y los menos brillantes cómicos a políticas.
En la misma Operación Mamut el trasvestismo es semanal. Por ejemplo, en cada emisión Nora Huerta interpreta al presidente Obrador y se mofa, entre otras cosas, de su semejanza al viejito de los programas de Chespirito.
Y en los programas cómicos de la TV Comercial mexicana el trasvestismo ha sido endémico.
Ergo, si el trasvestismo es en sí misógino, habría que intentar vetar no solo la sátira a la ministra Piña, sino todo el trasvestismo que hoy ocurre. En la TV, el teatro, la Marcha Gay y la cotidianidad de los y las trasvestis.
Algunas mujeres anti-Operación Mamut han argumentado que ellas no objetan el travestismo, lo que objetan es que la sátira ocurriera en un canal público. Según la ley, han escrito, los medios públicos pagados con impuestos deben mostrar imparcialidad, lo que a su entender se ha violado en el Canal 11 desde hace 4 años.
Bueno, en esta idea hay dos falsedades.
No existe una ley que ordene al Canal Once tal cosa. Lo que hay es un Código de Ética donde se promete “imparcialidad y neutralidad”, pero ese código desde hace 30 años se entiende como una pluralidad de posturas políticas.
De aplicarse de forma estricta y minuto a minuto el criterio de “imparcialidad y neutralidad”, tendrían que irse de la programación del canal María Amparo Casar, José Antonio Crespo, Francisco Paoli, Leonardo Curzio y los programas Dinero y Poder y Espiral, sesgados del lado de la Derecha; y tendrían que irse también los programas sesgados a la Izquierda, que son apenas 3, El Chamuco, Largo Aliento y Operación Mamut.
Lo que lleva a la segunda falsedad. No, la norma de “imparcialidad y neutralidad”, ahora bajo el criterio de una pluralidad de voces, tampoco se ha violado en los últimos 4 años en el Canal Once: la mayoría del comentario político en el canal sigue siendo anti gobierno. De hecho, hoy mismo en el Canal Once, sólo hay 2 nuevos programas de contenido político que hace 6 años no estaban.
Casi ya termino.
Quiero solo señalar la preocupación legítima de muchas amigas de que se ataque al Poder Judicial, teóricamente pilar del Estado.
Considero legítima esa preocupación pero no la comparto, porque en la realidad, no en la teoría, es el Poder más corrupto del país.
En la realidad, es el torniquete que asegura el sistema oculto de corrupción que subyace al sistema manifiesto. Lo sabe todo mexicano: en nuestro país la Justicia es un lujo para los poderosos y ricos.
Por eso me parece bueno que también a los jueces se le revise y se le cuestione. Aunque por mí, mejor sería que se les audite.
Permítanme por fin el candor. Lo que yo creo que sucede en el caso de la sátira a la ministra Piña es algo muy humano. La sátira irritó a much@s. Y esos much@s quisieran callarle la boca al cómico y si se puede castigarlo.
Pero si es humano el impulso de callar y castigar al que piensa distinto, ese impulso autoritario debe resistirse, porque para tener una Democracia, lo necesario es lo opuesto: defender el derecho a la libre expresión incluso de aquel que nos irrita.
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