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Por Sandra Romandía

En el salón circular, súbito e improvisado refugio, la gente dejó de hablar. Contuvimos la respiración por un instante cuando escuchamos el primer estruendo que reventó los cristales del edificio. Era la noche del martes 24 de octubre de 2023, y había transcurrido menos de una hora desde que unas 60 personas, incluyéndome, logramos guarecernos de último momento en ese espacio del Hotel Pierre Marqués Acapulco, en la zona de Punta Diamante del puerto guerrerense. Gracias a vehículos que nos trasladaron y al personal del hotel que alertó sobre los riesgos de permanecer en nuestras habitaciones ―para entonces ya sin luz ni agua―, alcanzamos ese baluarte.

El reloj pasaba de las 11 de la noche y, como todos los demás, esperaba que el huracán tocara tierra entre 5 y 6 de la mañana, de acuerdo con la escasa información que había provisto la autoridad federal. Pero no. Ese reventar de los cristales, los golpes de los objetos contra todo, el mar hecho una furia contra techos, palmeras, paredes, y cuanto pueda imaginarse, no parecía indicar que faltaban tantas horas para que llegara el ojo del huracán.

―¿Qué tan fuerte es un huracán cinco? ―preguntó con sorna un minero a su compañero. Ellos habían llegado desde el norte del país dos días antes con el fin de asistir a la XXXV Convención Internacional de Minería México 2023, celebrada en Acapulco. La pregunta quedó flotando en el aire, mezclada con la incertidumbre que ya empezaba a ser palpable en cada rincón del salón.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.