Por Sandra Romandía
El pasado sábado 10 de abril, el mundo fue testigo de un ataque de Irán a Israel por medio de cientos de drones y misiles. Irán, bajo el mando del presidente Hassan Rouhani, lanzó una represalia militar contra Israel, tras el ataque a su consulado en Siria, desatando una cadena de eventos que nos llevan al borde de una guerra regiona en Medio Oriente. Los drones y misiles enviados desde Teherán marcaron un punto de no retorno en un conflicto de décadas que ahora amenaza con cambiar el curso de la historia mundial.
Israel, con su característica defensiva, logró neutralizar la gran mayoría de los proyectiles, con ayuda de sus aliados, Estados Unidos y Gran Bretaña, pero el mensaje es claro: la situación ha llegado a un punto crítico. Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí desde 2009, reaccionó convocando al Gabinete de Guerra, subrayando la gravedad del ataque. Las reacciones internacionales no se hicieron esperar, con el embajador de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, pidiendo medidas severas contra Irán y comparando su régimen con los horrores del Tercer Reich.
La comunidad internacional, representada por el G-7 y la Unión Europea, condenó enérgicamente el ataque y advirtió sobre el peligro inminente de una guerra devastadora. La escalada de tensiones en la región, exacerbada por el conflicto en Gaza, plantea un desafío sin precedentes para la estabilidad mundial.
Desde México, a menudo percibimos estos conflictos como lejanos y ajenos, pero debemos entender que la paz global está en juego. Las Naciones Unidas, lideradas por el Secretario General António Guterres, deben intervenir de manera urgente y contundente para evitar una catástrofe de proporciones incalculables. La diplomacia, la mediación y el diálogo son nuestras mejores armas para detener esta espiral de violencia.
Como ciudadanos y periodistas, tenemos la responsabilidad de mantenernos informados y alerta. Lo que sucede en Medio Oriente no es ajeno a nosotros; su impacto puede ser sentido en cada rincón del mundo. Debemos seguir de cerca los acontecimientos y presionar por una solución pacífica y duradera.
El conflicto entre Israel e Irán no es solo una disputa regional; es un desafío para la humanidad entera. La historia nos ha enseñado que la indiferencia ante estos conflictos puede llevarnos a tragedias irreversibles. Es momento de actuar, de levantar nuestra voz y exigir un futuro de paz y cooperación entre las naciones.
La escalada de tensiones debe detenerse antes de que sea demasiado tarde. El mundo nos observa, y nuestra respuesta determinará el rumbo de la historia. La paz no es un sueño inalcanzable, es una meta que debemos perseguir con determinación y valentía.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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