Por Sandra Romandía
En el oscuro teatro de la tragedia, las cifras oficiales son apenas la punta del iceberg que emerge entre la devastación que dejó el huracán Otis en Acapulco el pasado 24 de octubre. Como si las estadísticas fueran sombras que bailan en la penumbra, la Asociación Funerarios Unidos del Estado de Guerrero revela una realidad más cruda y oculta, una historia que las autoridades pareciera intentan silenciar.
Imaginemos un escenario donde las funerarias, más que guardianes de la muerte, son testigos y portadores de un conocimiento sombrío que se esconde entre los pliegues de la tragedia. En este relato, la cifra oficial de 48 muertos reconocidos por el Gobierno federal se convierte en una simple pincelada en un lienzo manchado por la desinformación y registros claros.