Por Sandra Romandía
En medio de la retórica política que abunda con términos como "despliegue de operativos", "refuerzo de seguridad" y "actividades de prevención", los ciudadanos de a pie seguimos sumidos en el miedo y la incertidumbre. ¿Cuántas veces más tendremos que escuchar estas vacías promesas sin ver resultados tangibles? Mientras tanto, en las calles, la realidad nos golpea con crudeza: noticias de conocidos o familiares asesinados, ciudades donde el transporte público está amenazado por el crimen y el temor constante a ser víctimas de la violencia se convierten en el pan de cada día. En un contexto donde los drones lanzan explosivos y los policías disparan "por error", la sensación de vulnerabilidad se acrecienta.
Recientemente, las noticias provenientes de Guerrero dan cuenta de la cruda realidad que enfrentan sus habitantes. La cancelación de la Feria de la Bandera en Iguala de la Independencia debido a las condiciones de violencia es solo un ejemplo de cómo la inseguridad está afectando la vida cotidiana de la población. Pero los hechos más alarmantes van más allá: el asesinato de un ex fiscal de recuperación de vehículos de la FGE en la carretera Iguala-Taxco, y los ataques perpetrados por sujetos armados que incendiaron dos taxis en Chilpancingo, son solo algunas muestras de la violencia desenfrenada que azota la región.