Por Sara Reynoso
Sí, el amor es una frecuencia y podemos sintonizarla, pero muchas veces elegimos otras frecuencias no tan amables. ¿Por qué el 80% de la humanidad tiene todavía el corazón cerrado? ¿Por qué no elegimos todos vibrar en luz, paz y amor? ¿Por qué, sin darnos cuenta, nos aferramos al miedo y a la soledad?
Cuando llega alguien a consulta diciéndome que lo que más anhela es encontrar a su “plus one”, ese ser que las completará y hará sumamente felices, lo primero que hago es preguntarle al alma si su corazón está abierto al amor. En el 99% de los casos, la respuesta es no. Lo segundo es tomar consciencia de que otra persona no nos hará felices y, por supuesto, no nos hará sentir completas si antes nosotras no hacemos la ardua labor de completarnos a nosotras mismas y aprender a ser felices per se, sin importar el estado civil. Porque seguramente conoces a algunas personas que viven en pareja y, aun así, se sienten insatisfechas. Las parejas vienen a expandir lo que ya existe, no a darnos lo que falta. MUY IMPORTANTE CONSIDERARLO.
Pero hablando en términos más terrenales y prácticos, la mayoría de los seres humanos cerramos el corazón porque desde niños nos criticaron, humillaron, avergonzaron y, en el día a día, papá y mamá estaban tan ausentes emocionalmente que difícilmente pudieron transmitirnos la frecuencia del amor. Así que esas almas que llegamos a la Tierra ávidas de amor, en el mejor de los casos recorreremos la vida tratando de ser felices y buscando sedientos el amor, o peor aún, aferrándonos a relaciones tóxicas porque creemos que eso es el amor.
En Metafísica, hay un estudio que dice que si toda la humanidad, por un minuto, se sintonizara con la frecuencia del amor, todos al unísono, todos unidos, al instante se limpiarían mares y océanos, al instante se restituiría la fe y todo se resolvería, pero suena como un sueño mágico e irreal.
Es muy común ver hombres en terapia que tienen pareja, pero no aman realmente ni abren su corazón porque en la adolescencia alguien les rompió el corazón y lo cerraron. En nuestras memorias pasadas y restringidas por la mente, que astutamente bloquea lo que nos hace daño, están todas las razones por las cuales decidimos cerrar el corazón y desconfiamos del mundo entero.
Observa cuál es tu tipo de amor: ¿el que se aferra y crea apegos terribles con todo y con todos? ¿el que se limita y nunca se entrega al 100? ¿el que se va al infinito y al instante se siente perdidamente enamorada o ilusionada? ¿el calculador? ¿el que castiga? ¿el que vive esperando la traición? ¿O el que verdaderamente ama, fluye, suelta y se entrega al mágico placer de amar y ser amada?
La realidad es que para poder vivir ese último tipo de amor se requiere una buena dosis de terapia, de consciencia y de apertura valiente a querer sanar situaciones dolorosas del pasado. La mayoría de las memorias que generan trauma y shock son tan diminutas que parecen inofensivas. Puede ser una broma en el kínder, un desprecio sutil de papá y mamá, una burla durante la toma de una fotografía, un comentario casual que te llegó al fondo del corazón…
La buena noticia es que hoy en día tenemos todo a nuestro favor para abrir el corazón: infinidad de terapias y terapeutas para que escojas la que resuene contigo, libros, meditaciones, breath work, retiros, chamanes que te juran que en un día te abrirán el corazón. La verdad es que es un trabajo de vida, que se practica todos los días, y que definitivamente sí empieza con voltear a ver nuestras heridas. Se requiere mucha valentía para atreverse a ver lo que dolió y dejarlo ir, no para olvidar y esconder en el inconsciente, sino para auténticamente resolverlo y perdonar. Confía en tus procesos y en los tiempos divinos.
Ten una mascota, abrázala y entrégate a su amor, cómprate flores, percibe el aroma y acaricia tu rostro con ellas, respira el amor cuando estés en la naturaleza o caminando junto al mar. Cuando estés en uno de esos momentos que nos llenan el alma con los seres que amamos, respira el amor, siéntelo y agradécelo. Es verdad que entre más agradecemos, más nos llega el amor.
Suscríbete para leer la columna completa…