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Por Sofía Pérez Gasque Muslera

El reciente hallazgo de un campo de exterminio en Teuchitlán ha sacudido a México y al mundo. Lo que parecía un rancho común ocultaba un sitio de horror: crematorios clandestinos, cientos de fragmentos óseos y pertenencias de víctimas, en lo que se presume era un centro de confinamiento y exterminio operado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG)​

Este descubrimiento no solo evidencia la crisis de violencia y desapariciones en el país, sino que también expone la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades. Sin embargo, en medio de la indignación y el dolor, las mujeres mexicanas han vuelto a tomar el papel de protagonistas en la exigencia de justicia.

El hallazgo en Teuchitlán fue posible gracias a la labor incansable de colectivos como Guerreros Buscadores de Jalisco, conformado en su mayoría por madres que han dedicado su vida a encontrar a sus seres queridos. “Nosotras no buscamos culpables, buscamos a nuestros hijos”, es la consigna que resuena entre ellas​

Desde hace años, las madres buscadoras han llenado el vacío que dejan las instituciones, recorriendo el país con palas y varillas para encontrar fosas clandestinas. En Teuchitlán, su valentía las llevó a descubrir tres crematorios improvisados y cientos de restos humanos, una muestra del nivel de violencia al que se enfrenta México​

El rancho Izaguirre, donde se encontraron los crematorios, ya había sido intervenido en 2024 por la Guardia Nacional, pero la inspección fue superficial y no se descubrieron los hornos ni los restos humanos. Ahora, la Fiscalía de Jalisco ha abierto una investigación para determinar si hubo omisiones en ese operativo​

Para muchas mujeres en México, la crisis de desapariciones es una herida abierta. Según cifras oficiales, más de 100,000 personas han desaparecido en el país en las últimas dos décadas. En este contexto, las familias de las víctimas no solo enfrentan la incertidumbre, sino también la revictimización y la falta de apoyo por parte del Estado​

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