Por Sofía Guadarrama

En varios discursos de campaña, Claudia Sheinbaum dijo que la educación no debería ser un privilegio, sino un derecho, con lo cual estoy totalmente de acuerdo.

En México un estudiante de clase alta jamás tiene que preocuparse por caminar dos horas en el monte para llegar a la escuela primaria o por quedarse en la institución donde estudiará la carrera. Ni siquiera tiene que tomar examen de admisión. Y si quiere puede terminar la carrera sin hacer sus tareas ya que hoy en día existen empresas formalmente establecidas que cobran por hacer tareas, ensayos, reportes y hasta tesis universitarias como “Homework Dealer”, propiedad de Natalia Antonoff, excandidata a diputada de Movimiento Ciudadano a una diputación federal por el Distrito 22. Lo que hace “Homework Dealer” no es nuevo. Es una práctica tan antigua como las instituciones académicas modernas. Existen universidades privadas que permiten que los alumnos se titulen sin examen, sólo con que paguen una maestría.

Entre 1999 y 2008 trabajé dando clases en escuelas privadas. Recibí decenas de tareas plagiadas o clonadas. Desafortunadamente me tocó ver alumnos que llegaban a nivel universitario con la ortografía de un niño de primero de primaria. Héctor Abad Faciolince dice que “La mala ortografía es el mal aliento de la escritura”. Tuve alumnos que el primer día de clases me preguntaban por qué tenían que tomar un curso de historia o literatura si iban a ser ingenieros. 

Compartiré una anécdota aún peor: hace algunos años un escritor medianamente famoso (que no es mi amigo), y que presume tener un doctorado, me escribió por Messenger de Facebook para hacerme una consulta. La ortografía en su mensaje era de terror. Algo espantoso. Se trataba de alguien que goza del privilegio de que lo llamen escritor y escribía como el burro del salón. ¿Cómo es esto posible? ¿Será porque se graduó de escuelas privadas? No lo creo. Cuidado. No estoy generalizando.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.