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Por Sofía Guadarrama

Nicolás Maduro Moros era un conductor de autobús en Caracas. No conoció la miseria. Su familia era de clase media. ¿Podríamos creer que por ello fue de origen humilde y por ende de buenos sentimientos? ¿Qué pasó en el camino? ¿Cómo se convirtió en uno de los peores tiranos de Venezuela y de América Latina? 

El éxito en la carrera política de este ex conductor de autobuses ha sido, en su mayoría, por pura suerte y astucia. Hace cuarenta y un años (1983), era guardaespaldas del candidato presidencial José Vicente Rangel y nueve años más tarde, en 1992, su vida cambió por completo cuando conoció a Hugo Chávez. Siete años después (1999) ya había sido elegido para la Asamblea Nacional Constituyente, el cuerpo convocado para redactar una nueva constitución. En 2005 se convirtió en portavoz de la Asamblea Nacional. Y sorprendentemente en 2006 fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores y en 2012 Hugo Chávez lo designó vicepresidente y como tal, le correspondía ser presidente interino el 8 de marzo de 2013, tras la muerte de Chávez, quien sufría de cáncer. 

Portavoz de la Asamblea Nacional, Ministro de Relaciones Exteriores y Vicepresidente. Sólo tuvo tres cargos antes de ser presidente. En México hemos tenido varios presidentes que han llegado al poder casi de la misma forma.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.