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Por Sofia Guadarrama Collado

Gustavo Díaz Ordaz es uno de los presidentes más odiados de México hasta nuestros días. Y al mismo tiempo el menos comprendido.

Nació con la Revolución mexicana en 1911 en San Andrés Chalchicomula, Puebla. Se graduó como abogado, con honores en la Universidad de Puebla en 1937. Practicaba con ahínco el basquetbol, tocaba la guitarra y cantaba canciones bohemias, que le dieron buena fama en las fiestas de juventud, incluso en la edad adulta, cuando era Senador de la República y compartía un departamento de soltero con Adolfo López Mateos, Donato Miranda Fonseca y Alfonso Corona del Rosal.

Comenzó como actuario en un juzgado municipal de su estado natal. Pronto fue ascendido a secretario de juzgado y luego nombrado juez, por méritos propios. También fungió como Ministerio Público, presidente del Consejo de Conciliación y Arbitraje y presidente del Tribunal Superior del Estado. Asimismo, fue catedrático y vicerrector de su alma mater. Luego fue secretario del gobierno de Puebla, Diputado federal, Senador, director general de asuntos jurídicos y oficial mayor de la Secretaría de Gobernación en la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines y Secretario de Gobernación en el mandato de Adolfo López Mateos.

Ya como Secretario de Gobernación daba señales muy claras de lo duro que sería como presidente. Solía decir: Al Secretario de Gobernación no sólo se le debe tener respeto, sino también miedo.

Gustavo Díaz Ordaz gobernó el país, prácticamente dos sexenios: el suyo y el de Adolfo López Mateos, quién como presidente pasó la mayor parte del tiempo en giras en el extranjero, en eventos sociales, borracheras y con mujeres. Se dice que en las mañanas López Mateos le preguntaba a su secretario: ¿Qué nos toca hoy? ¿Viaje o vieja?

Cuando Díaz Ordaz era Secretario de Gobernación decía con orgullo: En esta oficina está el control político de México.

En el gobierno de Adolfo López Mateos hubo una represión política total y a pesar de eso, terminó su mandato con altísima aprobación de la población, principalmente porque tenía mucho carisma y segundo porque él no tenía que ensuciarse las manos. Para ello estaba su Secretario de Gobernación: Gustavo Díaz Ordaz.

A muchos les encanta tener villanos en la política. Así es más fácil culpar a alguien y desquitar el rencor acumulado. Gustavo Díaz Ordaz ha sido uno de los tiranos favoritos por excelencia. Por ende, lo único que la mayoría de la población sabe y quiere saber de él es sobre la matanza del 68.

Gustavo Díaz Ordaz aprendió de Maximino Ávila Camacho. Gobernó con mano dura, gritos, regaños y severidad. Pero eso sí, nadie puede acusarlo de corrupto.

Díaz Ordaz jamás fue un presidente querido por los mexicanos. Principalmente por su aspecto físico. Eso en un país racista, clasista y elitista tiene mucho peso en la política. Y por si fuera poco México acababa de tener a uno de los presidentes más carismáticos de su historia: Adolfo López Mateos, quien tenía luz propia. Brillaba donde se apareciera. Imposible para Díaz Ordaz competir con eso.

La mancuerna López Mateos - Díaz Ordaz funcionó a la perfección debido a que el primero era la imagen del gobierno lopezmateista y el segundo era el genio que hacía que el país funcionara.

Así es. Díaz Ordaz fue un gran presidente y el último que tuvo éxito en el plano económico. Gobernó el país por 12 años. El sexenio de López Mateos y el suyo. Al llegar a la presidencia mantuvo al secretario de Hacienda Antonio Ortiz Mena, con quien se logró el punto más alto del conocido como Desarrollo Estabilizador del país. También llamado el Milagro Mexicano.

En la administración de Díaz Ordaz el país tuvo un crecimiento sostenido anual de 7%. (En este sexenio fue de 1.1%).

La inflación en su gobierno no rebasó el 3%. 

Al final del sexenio de López Portillo, la inflación se ubicaba en 90.9%. En el gobierno delamadrista la inflación acumulada creció hasta un 4,030%. De enero a diciembre de 1995 la inflación pasó del 10.23% a 51.97% Cinco años después del “error de diciembre” en el 2000 la inflación bajó a 8.66%. En el 2001 fue de 6.95%. En el sexenio de AMLO, según el INEGI, la inflación acumulada es de 31.56 %.

El dólar se mantuvo a $12.50 desde finales del gobierno de Ruíz Cortines hasta la salida de Díaz Ordaz.

Esto se traduce a una cosa muy simple: la clase trabajadora tenía un gran poder adquisitivo. Las verduras, la carne y otros alimentos costaban lo mismo al inicio y al final del sexenio.

El gobierno diazordacista tuvo un auge en materia de construcción de grandes obras por todo el país. Modernas autopistas por doquier y su obra más destacada: la primera línea del metro en el país. Una obra que se concluyó en tan sólo tres años sin dejar una deuda multimillonaria a la capital.

Desafortunadamente, en el plano político no fue tan exitoso. Tenía muchos enemigos trabajando en su gabinete, comenzando por su secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez.

Gustavo Díaz Ordaz tenía un estupendo sentido del humor. Como candidato presidencial tuvo una comida con reporteros de la prensa extranjera. Entonces uno de ellos le preguntó si era cierto que los poblanos eran doble cara, a lo que el candidato respondió a tono de broma: ¿Usted cree que si los poblanos tuviéramos dos caras yo me pondría la que traigo?

También en la campaña presidencial, visitó Tehuacán, Puebla. Y al entrar se topó con un enorme letrero en el que se leía: Tehuacán con Díaz Ordaz. A lo que el candidato exclamó: ¡Eso debe saber horrible!

En la presidencia fue a una gira de trabajo al estado de Veracruz, donde gobernaba Fernando López Arias, quien tenía la cara chueca. (Le decían el “Pico chulo”). En esos días había llovido sin parar. López Arias fue a recibir al presidente hasta la escalera del avión con un paraguas y le dijo: ¡Qué feos están los días! A lo que Díaz Ordaz respondió: Pues no me irá a decir usted que los López están muy bonitos.

Pero en la plaza pública y en los discursos presidenciales era extremadamente serio. Su amor a la patria era tal que tenía esta frase como tarjeta de presentación: “Por los hijos, la vida. Por la patria, los hijos”.

En su discurso de toma de protesta, Gustavo Díaz Ordaz dijo: Conservar la estabilidad económica y la tranquilidad política es más difícil que haberlas conquistado.

Estaba seguro de que para mantener esa estabilidad tenía que gobernar con mano dura. Como Secretario de Gobernación en el sexenio de López Mateos, Díaz Ordaz reprimió sin pestañear la disidencia sindical organizada por el Partido Comunista Mexicano y por el Partido Obrero Campesino de México, entre ferrocarrileros y maestros; movilizaciones de clase media; la rebelión de organizaciones empresariales y católicas; al grupo guerrillero que encabezaba Rubén Jaramillo en el estado de Morelos; un conato de insurrección armada en Huajuapan de León organizada por un ex oficial del ejército que decía actuar en nombre de Dios, entre otros conflictos menores.

Una de sus mayores pesadillas como Secretario de Gobernación fue el surgimiento del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), en 1961, liderado por el ex presidente Lázaro Cárdenas. Sí, el mismísimo Tata Cárdenas se había declarado abiertamente a favor de la Revolución Cubana de Fidel Castro y en contra del gobierno de Adolfo López Mateos.

La inconformidad de Lázaro Cárdenas surgió con la política de «unidad nacional» de Manuel Ávila Camacho para combatir la polarización social que había a finales del gobierno cardenista. Es decir que, para lograr la estabilidad del país, Ávila Camacho abandonó el proyecto cardenista y lo sustituyó por un nuevo tipo de modernización económica.

En el MLN militaban altos oficiales del ejército mexicano, ex diputados, ex senadores, ex gobernadores, ex funcionarios medios y altos y personalidades de izquierda como Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Luis Villoro, Eli de Gortari, Salvador Novo, Carlos Fuentes, Víctor Rico Galán y Fernando Benítez, entre otros.

El MLN se desintegró poco antes de las elecciones de 1964 a las cuales pretendían postular un candidato. Su argumento para no hacerlo fue la falta de condiciones para una contienda electoral justa. Las razones principales de la disolución del MLN fueron sus conflictos internos. Historiadores y analistas le adjudican al general Lázaro Cárdenas el fracaso del movimiento al mantener su militancia en el PRI y dar apoyo al candidato Gustavo Díaz Ordaz.

 

Continuará…

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@SofiaGuadarramaC

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