Por Sofía Guadarrama Collado

La locura es como la flama que nace enardecida en la cabeza de un cerillo y consume poco a poco el enclenque palito de madera. La locura lo desbarata todo. Desgarra conciencias, arrasa prejuicios, evapora vergüenzas, tergiversa verdades, adultera la honestidad, enaltece a la mentira, corrompe a la esperanza y sofoca a la razón.

La lluvia de vidrio molido que desde hace mucho inundaba nuestro universo anunciaba una tormenta de fuego, pero no le hicimos caso. Nos ganó la soberbia. ¡No! Nosotros éramos la soberbia misma. Minimizamos la tempestad porque teníamos la razón. O eso creíamos. “Aplaudan. Tenemos la razón”. ¿Quién la tiene?

La razón no muere; sobrevive a los embates de la locura. Soporta de pie, prudente, cada una de las zarandeadas que le da la paranoia. Se aferra al mástil de la cordura durante el diluvio.

Terminada la tormenta llega el silencio y el dolor. Fríos. Amargos. La locura se acerca a la razón y le da a elegir dos opciones: tortura o alianza.

—¿Una alianza entre locura y razón? ¡Imposible! ¡Ni que estuviera loca!  

—Estarías loca si eligieras el tormento que te ofrezco. Loca si no razonaras eso que estás diciendo. Loca si te dejaras morir. Tú eres la razón. Existes gracias a que siempre encuentras la respuesta correcta y la solución a todo. Razona. Mira quién está ahí, tu hermana paciencia. Ya le arrancamos los dedos de la reflexión. Allá tenemos a tolerancia. Le mutilamos la mano de la resiliencia. A tu hijo diálogo le cortamos las palabras. Tenemos secuestradas a tus primas: justicia y democracia. ¿Quieres que prosiga?

La razón se doblegó.  

—Si yo muero no habrá quien ponga a la locura en su lugar. Alguien tiene que hacerle entender que está destruyendo al universo con sus locuras. Vaya locura eso de secuestrar a la justicia y la democracia. El universo necesita de tolerancia, resiliencia, paciencia, reflexión, diálogo, justicia y democracia.  

—Razón, yo te escucharé. Haré caso a tus consejos. Es indispensable que el universo sepa que me estás aconsejando. Seremos una sola.  

—Pero... ¿Qué pasará con justicia y democracia?  

—Democracia ta'de de nuestro lado, nos dio 36 millones de votos y la mayoría calificada. Bueno, esa nos la dio el tribunal y el abuso de poder. Y a justicia le vamos a enseñar quién manda aquí. No, no, no. No te me espantes. No le vamos a hacer daño. Sólo tendrá que hacer lo que dicta la razón. Y yo tengo la razón.  

—¿Qué le sucedió a transparencia?¿Dónde está?  

—Ya está muerta desde hace mucho.—Sonríe la locura—. Le cayó encima una gigantesca bola de opacidad y la aplastó.  

—¿Y a esperanza qué le ocurrió?  

—Esperanza sólo fue el anzuelo. Siempre será el anzuelo.  

—¿Y honestidad?  

—Es valiente porque lucha por nuestros principios. Ahí está, mírala, defendiendo nuestro legado junto a los abrazos.  

—Esa no es honestidad; es hipocresía.  

—¡Ahí están las masacres!… ¡Ja, ja, ja! —espeta el cinismo que baila junto a la polarización y el rencor.  

—¿Y los principios dónde quedaron?  

—Les bajamos tres rayitas. Para equilibrar entre la eficacia y los principios.  

—¿Y la verdad?  

—Se fugó. No pudo contigo.  

—¿Conmigo? ¿Por qué?  

Desde que aceptaste aconsejarme te convertiste en la mentira. Ahora somos la maldad. Tú fuiste quien me ayudó a engañar al universo de que justicia, democracia, transparencia y autonomía eran los malos.

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@SofíaGuadarramaC

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