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Por Sofía Guadarrama Collado

Al inicio de cada sexenio en México se vive una especie de “luna de miel” con el o la presidenta, a pesar de la crisis en la que reciben el país. Generalmente por la ingenua esperanza colectiva de que por fin tengamos la o el mejor presidente. 

Algunas transiciones han sido verdaderas lunas de miel, como la de Zedillo a Fox, en la que el PRI perdió por primera vez y sin acusar fraude; de Calderón a Peña, en la que el PRI regresó al gobierno como si sólo hubiera tomado un descanso y de Peña a López, en el cual el priísta se quitó del camino y le dejó la mesa puesta al futuro inquilino de Palacio Nacional para que se diera un atascon meses antes de que asumiera el poder.

Otras transiciones han sido tremendamente abrumadoras debido a las crisis que dejó el gobierno saliente, como la de López Portillo a De la Madrid, de Salinas a Zedillo y López Obrador a Sheinbaum.

Miguel De la Madrid recibió un cartucho de dinamita de las manos de José López Portillo quien poco antes de terminar su gobierno decidió nacionalizar los bancos con lo cual detonó la peor crisis económica desde la Revolución Mexicana.

Una de las primeras acciones de Miguel De la Madrid fue quitarse de encima a José Ramón López Portillo, hijo del expresidente, quien lo catapultó a la presidencia. Para contener la crisis, implementó el Plan Nacional de Desarrollo para estabilizar la economía, renegoció la deuda externa, redujo el gasto público, ejecutó políticas para controlar la inflación, inició la liberalización del comercio exterior, privatizó empresas estatales (que los presidentes anteriores había expropiado) para reducir el papel del Estado en la economía, llevó a cabo una reforma fiscal para aumentar los ingresos del gobierno, estableció controles de precios y salarios y fomento a la inversión extranjera.

Ernesto Zedillo recibió el país manchado por la sangre de tres magnicidios, el caos del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la devaluación del peso.

El presidente Ernesto Zedillo también cortó el cordón umbilical con su predecesor. Sus primeras acciones en política se centraron en la crisis económica, mantener la estabilidad política, promover una reforma a la SCJN (con la cual se le dio autonomía) rescatar a los bancos por medio del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA) reestructurar la deuda externa, integrar a México en la economía global, privatizar empresas estatales para reducir el papel del Estado en la economía, llevar a cabo una Reforma fiscal, establecer controles de precios y salarios para combatir la inflación y fomentar a la inversión extranjera directa para impulsar el desarrollo económico.

Claudia Sheinbaum recibió un contenedor lleno de barriles de dinamita en lugar de bastón de mando: 200 mil homicidios dolosos, 7 mil 617 feminicidios, 51 mil 618 desaparecidos, el estado de Sinaloa en llamas, una deuda neta del Gobierno Federal de 14 billones 181 mil 811.1 millones de pesos y la Deuda Externa (Bruta) del Gobierno Federal en 125,982.7 millones de dólares y una crisis política con el Poder Judicial y la desaparición de los órganos autónomos.

Contrario a lo que muchos creen, la transición de López Obrador a Claudia Sheinbaum no fue nada tersa. La de Peña a López sí fue de terciopelo. AMLO le impuso a Claudia el proyecto de gobierno, a 11 secretarias y secretarios de Estado, las bancadas en el Congreso y en el Senado, a su hijo Andrés López Beltrán en la dirigencia de MORENA, las reformas y las mañaneras.

Claudia Sheinbaum, a diferencia de sus antecesores, no tiene ninguna intención de romper relaciones con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, por el contrario, lo sigue llamando presidente, como si continuara en el cargo.

Apenas vamos en la primera quincena de Claudia Sheinbaum como presidenta de México y se siente como si ya tuviera un año en Palacio Nacional. Muchos tienen todas sus esperanzas puestas en ella, únicamente porque es mujer. Como si de ello dependiera la capacidad para tomar decisiones o su integridad, lo cual es un error. Por supuesto que celebro que México tenga una mujer en la presidencia, mas no por ello he de aplaudir las injusticias, arbitrariedades y corruptelas que cometa en su gestión como mandataria.

Sí. En las formas ya no es el gobierno de López Obrador, pero en el fondo sí. Claudia Sheinbaum ya definió su estilo de gobierno: seguir los pasos de su mentor. Imitarlo en todo lo posible. O por lo menos, en todo lo que le convenga. 

Sí. Las conferencias mañaneras son más breves. Ya no se permite la lambisconería de los seudo reporteros. Se democratizó la entrada a otros medios de comunicación, pero las ofensivas y descalificaciones a la prensa y adversarios siguen despiadadas y cínicas. 

Sí. Le bajó dos rayitas con los empresarios pero tampoco es para echar las campanas al vuelo. Todos los presidentes saben que la economía de un país depende de las inversiones. Y los inversionistas no tienen un pelo de tontos. Sin garantías, sin un verdadero Estado de Derecho esas reuniones entre gobierno e iniciativa privada no servirán de nada.

Sí. Tiene más visión que López Obrador, pero sigue la ruta destructora de nacionalizar PEMEX y CFE.

Sí. Tiene una mejor estrategia de seguridad y un mejor secretario de seguridad que López Obrador, pero los homicidios dolosos no han bajado y el crimen organizado ya le envió varios mensajes, algunos como respaldo y otros como advertencia.

Sí. La presidenta sí visita a los damnificados, habla con ellos, pero en conferencia de prensa no da la más mínima muestra de empatía con las familias de Lidia Iris Fuentes Galván, una niña de 8 años; Diego Alfredo, un joven de 18 años que había sido secuestrado y Yuricie Rivera, una enfermera, quienes murieron por culpa de elementos de la Guardia Nacional.

Sí. Como parte de la parafernalia de ser presidenta ya realizó su primer vuelo en una línea comercial. Eso sí, no hizo filas; entró directo a la pista de aterrizaje en una Suburban blindada y escoltada por otras camionetas de la misma marca. Ya veremos cuánto dura este tipo de funciones.

Sí. En su discurso de toma de protesta tuvo un tono feminista: “No llego sola, llegamos todas”. Envió al Congreso una propuesta de 10 reformas para garantizar la igualdad de las mujeres en México, brindar protección a las víctimas y a sus hijos frente a la violencia machista (que el agresor salga de casa, en lugar de que las mujeres y sus hijos tengan que acudir a un refugio), fortalecer la ley Olimpia, en materia de violencia digital, reducir la brecha salarial, la violencia laboral y para incrementar la participación de las mujeres en puestos de liderazgo. Cabe aclarar que la igualdad de género en el mercado laboral y otras de sus propuestas ya están contempladas en la legislación vigente.

Desafortunadamente estas acciones feministas que deberían hacerla brillar en todo el mundo han sido opacadas por sus muestras de autoritarismo.

Es la presidenta más poderosa que ha tenido México desde el porfiriato. Por supuesto, con una mayoría espuria en el Congreso avalada por los consejeros pusilánimes del INE y los magistrados timoratos del Tribunal Electoral.

Sheinbaum arranca sin tregua alguna: cierra la ventanilla del diálogo con el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, con los partidos de oposición, los jueces, magistrados y ministros (a quienes humilló con una tómbola ridícula) y el INAI, organismo cuya muerte ya sentenció. 

Claudia Sheinbaum arranca su gobierno exigiendo disculpas a España por la Conquista. Una vergüenza mundial. Victimismo pueril para justificar los fracasos venideros y también para distraer a los que menos saben de política y que se dejan embaucar por boberías. 

A la luna de miel entre México y Claudia Sheinbaum rápidamente se le amargó la miel y pronto se reducirá a una luna amarga.

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@SofiaGuadarramaC

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