Por Sofia Guadarrama Collado
Tras la cancelación en 1978 de la Operación Trizo de la DEA en México, Miguel Ángel Félix Gallardo, alias «el Padrino», Ismael «el Mayo», Zambada, Pablo Acosta Villareal, Juan José Quintero Payán, Juan José Esparragoza y Ernesto Fonseca Carrillo, alias «don Neto» y Rafael Caro Quintero recuperaron el control del narcotráfico mexicano.
En 1984 el presidente Miguel de la Madrid regresó a la DEA al país con agentes infiltrados, entre ellos Enrique Camarena, quién fue secuestrado el 7 de febrero de 1985 por órdenes de «el Padrino» cofundador del Cártel de Guadalajara junto con Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, «Don Neto». También fue secuestrado el piloto mexicano Alfredo Zavala Avelar, infiltrado en el cartel. Los cuerpos fueron encontrados el 5 de marzo de 1985, atados de pies y manos y guardados dentro de bolsas de plástico.
El homicidio de Camarena causó una crisis diplomática entre México y Estados Unidos, razón por la cual la DEA posteriormente encabezó la «Operación leyenda». Caro Quintero fue arrestado en Costa Rica por agentes de la DEA en 1985, todavía en el sexenio de Miguel De la Madrid. «El Padrino» y «don Neto» fueron detenidos en 1989 en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Sin embargo, estás dos capturas no fueron precisamente por órdenes de Salinas. La DEA ya los tenía en la mira y el gobierno de México no le quedó otra más que obedecer para legitimar la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.
En 1984, corrió el rumor de que el periodista Manuel Buendía, del periódico Excélsior, tenía en sus manos documentos que comprobaban que el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett y el Secretario de la Defensa Nacional, Juan Arevalo Gardoqui, tenían nexos con los narcotraficantes Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto,«don Neto», Fonseca.
Años después la DEA confirmó aquel rumor cuando Estados Unidos solicitó la extradición de Manuel Bartlett y Juan Arévalo Gardoqui por su presunta responsabilidad en el homicidio de Enrique Camarena, agente de la DEA, la cual fue denegada por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
El 31 de mayo de 1984, Manuel Buendía fue asesinado a balazos, en avenida Insurgentes, por dos sujetos que llegaron en una motocicleta. Según las investigaciones, el autor intelectual era el director federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla, quién años más tarde, en la cárcel, en entrevista con Rafael Loret de Mola, dijo: “Yo sólo recibí órdenes superiores. Instrucciones del Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz”.
Con la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto, «don Neto», Fonseca, lo único que se consiguió fue que el Cártel de Guadalajara se dividiera entre el Cártel de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix, el Cártel de Sinaloa, de Héctor Luis Palma Salazar y Joaquín Guzmán Loera y el Cártel de Juárez, de Amado Carillo.
Años después, con la captura de Juan García Ábrego en 1996 y Osiel Cárdenas Guillén en 2003, el Cártel del Golfo se dividió y surgieron los Zetas.
Con el paso de los años, en México llegamos a tener 17 cárteles:
• Cártel del Golfo
• Cártel de Guadalajara
• Cártel de Sinaloa
• Cártel de los Beltrán Leyva
• Cártel de Tijuana
• Cártel de Juárez
• Cártel de los Zetas
• Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG)
• La Familia Michoacana
• Los Caballeros Templarios
• Cártel de Santa Rosa de Lima
• Cártel de los Rojos
• Cártel de la Unión Tepito
• Cártel de la Fuerza Anti Unión
• Cártel del Noreste
• Cártel de los Viagras
• Cártel de los Guerreros Unidos
La pregunta con la que inicié estas dos columnas es: ¿podrá Donald Trump detener el narcotráfico en México?
Sinceramente, creo que no. Creo que únicamente generará otra guerra contra el narco, quizá más sangrienta, si tropas estadounidenses entran al país como lo hicieron en Afganistán, por dar un ejemplo.
Al final, seguirán surgiendo nuevos capos y nuevos cárteles, porque ninguno de los presidentes de México ha tenido la intención de desmantelar a las organizaciones criminales ni de erradicar el narcotráfico; sólo han tenido el apetito voraz de administrarlo y enriquecerse. Ni siquiera en el gobierno de Felipe Calderón. Nunca tuvo un verdadero plan. Sólo les declaró la guerra. Y por eso Genaro García Luna hizo lo que hizo.
En México hay muy pocas investigaciones de delitos cometidos por el crimen organizado, y cuando las hay, no se hacen públicas. Tampoco hay coordinación entre militares y mandos civiles.
Se habla mucho de descabezar a los cárteles. Pero no se habla de crear empleos y construir un verdadero programa de estudios en México. No importa cuántos capos sean capturados, mientras el gobierno mexicano no tenga una verdadera reforma educativa y no el adefesio que tenemos actualmente, llamado Nueva Escuela Mexicana, no saldremos de este infierno.
Sin más y mejores escuelas con muchos más maestros y más preparados, las futuras generaciones que viven en las zonas controladas por el crimen organizado, seguirán ingresando a sus filas, aunque reciban las becas del gobierno.
Nos están condenando a que se repita la historia, tal y como ocurrió en 1978 cuando López Portillo decidió romper la colaboración entre México y la DEA sin un plan para emplear a la gente involucrada en los cárteles: cientos o miles de comunidades quedarán en la miseria absoluta y en abandono ya que muchos harán justamente lo que Donald Trump no quiere: se irán pa’ los yunaites.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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